13 enero 2007

LOYOLA Y GALICIA


FIRMAS
LOYOLA Y GALICIA




"Cuando tuvo que emplearse a fondo por su propia vida, insistía en que la batalla que no se da se pierde siempre". JOAQUÍN DOMÍNGUEZ PEREIRA

Hace ya un mes que Loyola nos dejó. Inolvidable Loyola. Valiente, honrada, trabajadora, leal, generosa... No hay adjetivo positivo que no se le pueda aplicar. Nacida en Madrid, tenía una especial predilección por Galicia donde veraneaba desde muy niña en ese rincón paradisíaco que es la Punta del Capitán, en Abanqueiro. Siguió pasando sus vacaciones allí, incluso cuando desempeñaba el puesto más importante que una mujer hubiera alcanzado nunca en Europa.
Hacía sus compras en el mercado de Boiro, nadaba y practicaba el windsurf en la Ría, navegaba a vela en el barco que se trajo de Lequeitio, conseguía presas espectaculares haciendo pesca submarina, cocinaba paellas para sus amigos, cogía la guitarra para acompañarse en rancheras y gallegadas, pintaba retratos, hacía senderismo, embarcaba en un catamarán submarino, plantaba olivos en los atrios de iglesias rurales y mil cosas más. No paraba un momento. Pero no abandonaba nunca sus altísimas responsabilidades.

Un día de agosto del 2000 íbamos a subir andando a la Curota. Imposible. Había estallado la crisis del petróleo. Cuando llegué a recogerla estaba hablando con el Presidente de la OPEP y Ministro venezolano del Petróleo intentando convencerle de la inconveniencia que para la economía mundial supondría la reducción de la extracción de crudo. Durante más de dos horas estuvo exponiéndole sus argumentos. Al final el Ministro, no sé si convencido o cansado de discutir, le prometió reconsiderar su postura. "Las batallas que no se dan se pierden siempre", me dijo sonriendo. Era su famosa frase, la que repetía en las durísimas negociaciones para la reforma de la Política Agrícola Común con el comisario Fischler, más tarde gran amigo suyo. Y fue la frase que utilizó cuando tuvo que emplearse a fondo en la más importante batalla que libró, la de luchar por su propia vida.

Aceptó con entusiasmo amadrinar una de las campanas que se estaban fundiendo para la Catedral de la Almudena en el artesanal taller de los campaneros de Arcos da Condesa, en el municipio pontevedrés de Caldas de Reis, contribuyendo asimismo económicamente a que el proyecto fuera una realidad. Posteriormente asistió a su estreno ocupando un lugar destacado junto al Cardenal Rouco y la Condesa de Fenosa. Quizás fuese el día de la fundición la única vez que no atendió una petición de su partido. Le habían programado un mitin en una ciudad andaluza para iniciar la campaña de las elecciones al Parlamento Europeo, en las que figuraba como cabeza de lista. Excusó su ausencia diciendo que no podía estar en campaña pues estaba "en campana" con sus amigos gallegos.

Cuando en 2003 se le concedió la Medalla de Oro de Galicia y dio las gracias al Presidente de la Xunta, terminó su parlamento justificando sus acciones en Bruselas a favor de Galicia con estas palabras: "Actuar así no era sólo mi deber; era mi vocación. No en vano, en la hermosísima Ría de Arosa, los vecinos de Boiro me tienen, con razón, por una más entre ellos, porque allí paso mucha parte de mi tiempo de descanso activo, como gallega de adopción que creo ser con la misma fuerza con la que soy vasca de origen, española de nación y europea de acción. Desde hoy el honor -la Medalla de Galicia- que trataré de merecer, me ata con más fuerza, si cabe, a esta Galicia de mis amores."

Al finalizar su mandato en la Comisión, durante el que entre muchas otros temas tuvo que preparar las disposiciones a desarrollar para hacer más difícil la repetición de desastres como el del Prestige, importantes multinacionales le invitaron a participar en sus consejos de administración valorando su gran capacidad de trabajo y su cúmulo de conocimientos. Loyola dio prioridad a una empresa gallega que estaba investigando intensamente en nuevos medicamentos contra el cáncer.

Hace unos meses tuvo lugar en Arcos la inauguración de la plaza que lleva su nombre. Es una placita preciosa situada justo delante de la fundición artesanal de los campaneros. Una fuente de agua clara y un crucero de piedra enmarcan una pequeña espadaña en la que luce una vieja campana fundida allí mismo en el siglo XVIII. En la espadaña, una placa de bronce da cuenta de los méritos contraídos por Loyola.

La homenajeada aludió en su discurso de agradecimiento a su anterior visita para asistir a la fundición de la campana, "una de las cuatro que ahora alegran Madrid con voces gallegas y con las que antiguamente se comunicaban las alegrías y tristezas de la vida". Comentó también que en su infancia el sacristán de Abanqueiro las tocaba al son de la muñeira cuando transmitían buenas noticias, mientras que doblaban con tristeza en caso de fallecimiento. Agradeció a la Entidad el nombramiento, "algo que suele ocurrir cuando pasas a mejor vida", asegurando que ello le enraizaría más todavía a esta tierra de robles y vino y "me permitirá hundirme más en esta especie de rosa de los vientos que es Galicia".

En el pasado mes de agosto estuvo trabajando en una serie de alternativas muy imaginativas para los montes gallegos arrasados por el fuego. Muy amante de la naturaleza, le dolía el desastre ecológico y paisajístico ocasionado por los incendios, pero le preocupaba mucho más la precariedad económica y la pérdida de dignidad que sin duda sufrirían los que hasta entonces había vivido del monte y para el monte.

Otra actividad a la que dedicaba gran parte de su tiempo y también de su dinero, fue la creación en Galicia de canales informáticos en los que se diera prioridad a la divulgación objetiva de hechos y de cifras. La gran categoría de sus colaboradores en este campo nos permite ser optimistas en cuanto a su continuidad. Cabe destacar también que Loyola fue la primera política española en plasmar sus ideas en un "blog" que se administra en Galicia, en La Coruña, y que continúa muy activo recogiendo la información que sobre ella se produce diariamente.

En la capilla ardiente instalada en la casa familiar de Urrijate, el féretro que contenía sus restos estaba cubierto por la bandera vasca, la española y la europea. Y encima de las banderas, un gran centro de camelias gallegas, su flor preferida, como el roble había sido su árbol favorito. Se
hacía así honor a la definición que Loyola había dado de sí misma con ocasión de la entrega de la Medalla de Galicia: europea de acción, española de nación, vasca de origen y gallega de adopción. Hasta el final, pues, con Galicia.

Enlace: FARO DE VIGO (13 de enero de 2007)