15 enero 2007

LOYOLA por Jon Juaristi


Loyola
JON JUARISTI

HACE un siglo la habrían definido como una profesora de energía y esa fue la impresión que me dio en casa de Begoña Castellanos, en Las Arenas, cuando ambos supimos al instante que aquél era el comienzo de una buena amistad. Como escribe Claudio Magris, nos enamoramos genéricamente de nuestras coetáneas. Uno se casa con quien se casa, y la edad es ahí un factor secundario, pero con el tiempo va descubriendo que está indisolublemente unido desde el nacimiento a las mujeres de su generación, porque ellas son para nosotros el misterio eternamente insondable y la mitad del cielo.

Los vascos que veníamos de la izquierda descubrimos que podíamos ser amigos de nuestros convecinos de la derecha en el seno de la horda viril, y supongo que a ellas les pasó otro tanto en un ámbito exclusivamente femenino y, por efecto del Zeitgeist, obligadamente feminista. En mi caso fueron decisivos Germán Yanke y Jaime Mayor Oreja, por ejemplo, pero no se cerraría mi ciclo personal de reconciliación democrática hasta que me encontré con Loyola de Palacio.

Cuando, como tantos otros, tuve que irme de mi tierra natal, Loyola se empeñó en que siguiera ejerciendo de vasco en Madrid y me preparó un programa riguroso de inmersión cultural. No consiguió arrastrarme a las actividades teatrales en Euskal Etxea ni a las conferencias de la Sociedad Bascongada, pero me hizo acompañarla, el primer domingo de mi feliz exilio, al concierto del coro de Marquina en San Ignacio de los Vascos.

Creo que fue para ella una decepción que yo decidiera tomarme unas vacaciones étnicas permanentes y que declinara incluso su invitación a recibir el nuevo milenio en Urrijate, su casa familiar en el riñón de Vizcaya. Nacida en Madrid, Loyola quería al País Vasco con una pasión filial que sólo he percibido en otro vasco extremoso de esos a los que hay que permitir que nazcan donde les dé la gana, porque sin ellos lo mejor de la historia vasca contemporánea sería inexplicable: como Julio Caro Baroja, Loyola de Palacio descansa hoy bajo el suelo maternal que tanto y tan limpiamente amó, lejos de cualquier insensato exclusivismo.

Me miraba con reprobación cuando yo me reía del orgullo con que hablaba de su estirpe vasca o de su entusiasmo por la Salve Ederra o los toros de Azpeitia, pero en el vasquismo de Loyola no había nada de superficial. Era la suya una pasión reflexiva, alimentada de continuo por el ansia de comprender la tragedia de nuestro pequeño país sin renunciar a sus afectos ni a sus convicciones. Había en ella una honda fibra unamuniana que pensaba el sentimiento y sentía el pensamiento, y diré, de paso, que pocos han conocido la obra de Unamuno tan profundamente como Loyola. Sin embargo, con independencia de que sus preocupaciones intelectuales estuvieran marcadas por muchas y tempranas lecturas del escritor bilbaíno, su carácter estaba en las antípodas de la solemnidad circunspecta y deprimente de los unamunianos clónicos.

Se ha hablado mucho estos días de su valentía, de su entereza, de su enorme fuerza de voluntad, de su entrega al trabajo. Es cierto, pero si yo tuviera que destacar un rasgo de la personalidad de Loyola, mencionaría, sin dudarlo un segundo, su constante alegría, que manaba, irrefrenable y generosa, de un amor intenso al mundo: a su familia, a sus amigos, a su tierra y a la libertad. Un amor de raíz cristiana, por supuesto, pero -o quizá por eso mismo- también carnalmente volcado hacia la naturaleza. Conmovían los acentos con que describía sus labores de jardinera y horticultora en Urrijate o sus excursiones por la sierra de Grazalema, en el esplendor de la primavera. Todo en Loyola rebosaba energía, pero también gratitud y alabanza de la vida.


Algo de esa gratitud es la que me gustaría mostrar, más allá del dolor de estos días, a un destino que me concedió la suerte, el privilegio y, en definitiva, el lujo de la amistad de Loyola de Palacio. Que nuestra tierra vasca te sea leve, amiga querida e inolvidable.

http://santiagonzalez.blogspot.com/2006/12/agujeros-de-la-memoria-el-pas.html