14 septiembre 2008

LOYOLA DE PALACIO, INDICADORA DE CAMINOS


enlace Loyola de Palacio, siempre parecía una colegiala del Liceo Francés de Madrid, en donde nació y murió. En su interior llevaba no ya aquello de "pata negra", de aquel primer brote de las "Nuevas Generaciones" de la "antigua" Alianza Popular, sino la formación espiritual que le venia por vía familiar, a lo vasco -- nosotros diríamos que a lo ignaciano--, con los bríos, no en sus gestos o miradas, sino de su misma vida interior. Con una coherencia directa, sin intermediarios.

Podía haber sido en 1977, con unos 28 años, una de los siete magníficos", con que se inicio la transición: Licinio de la Fuente, Fraga, de Carranza, Silva Muñoz, Martínez Esteruelas, López Rodó y Fernández de la Mora. A este último grupo, acaso por su mayor identidad religiosa, cercana a la "añeja" "Renovación Española", se pudo adscribir en sus inicios. Fraga es quien se dio mas cuenta -llevaba un segundo apellido vasco, Iribarne— de la universalidad de Loyola, dentro de si misma, como mujer vasca-española-europea. (Mayor Oreja que la ha tratado mucho, como eurodiputada, ha dicho de ella que ha sido "la mujer vasca mas universal del ultimo siglo". Hasta Zapatero le dio el primer saludo a Rajoy, ai conocer su muerte, después de nueve meses de abstinencia de cortesía).

Sus cometidos públicos -diputada por Segovia, entre otros—fueron vividos y ejecutados con laboriosidad, valentía y riesgo. Fue vilipendiada en sus años de Ministra de Agricultura. Con una mente bien amueblada, como Comisaría de Transportes y Energía de la Unión Europea. Un cáncer acelerado de pulmón la puso a prueba. Y su entereza daba esperanza a los expertos de Houston. Ella misma quiso venir a España. Y era una de las personas que preparaban el homenaje académico y político a Fraga. A este le ha afectado mucho. Porque Loyola era brava y tierna, lúcida y penetrante, cariñosa y leal. Fraga, en estos momentos suyos, lo agradece mucho.

Quienes pasamos la "travesía del desierto" en el grupo de populares de 1977, en Teruel --transición a la vista--, alentando las esperanzas del catalán-aragones, estudiante en Deusto, el malogrado Cruz Martínez Esteruelas -cuyas obras completas acaban de editarse por al Fundación Tomas Moro— no disponíamos de una mujer como Loyola. (Sabíamos de los bríos de Massiel, que alentaba los del mallorquín Carlos Zayas). Alguien ha dicho en estos días que, con 200 "loyolas", hoy el PP seria otra cosa. Jiménez Losantos habla de ella como una dirigente política del PP "modelo de conducta". Su hermana Ana decía que "era el arbol al que todos nos arrimábamos". Ramallo la recuerda en la etapa de Rato, y anota su fuerte preocupación por la situación de España. Era su peer dolencia. Umbra! la saluda -ya sin reticencias— diciendo que "se fue con sombrero de paja", rectificando el apelativo de "monja alferez". Si hubiera vivido Emilio Romero, acaso, la hubiera calificado de "látigo" para los socialistas. Porque la fuerza de la verdad -la verdad de Loyola fue religiosa, vasca, española y europea— no entendía de valladores. Y sin duda, hubiese sido martillo de tantos herejes -lideres políticos— de variadas siglas, que están convirtiendo el anchuroso campo de España, en un "pesebre" de intereses, de deserciones. Con escasos valores.


Dios se la ha llevado en unos momentos en que cunde la llamada del laicismo dogmático, la rendición al terrorismo, el secuestro del lenguaje jurídico, la llamada "memoria histórica", el desarme del Estado, y el riesgo del destrozo de una Constitución de consenso. Loyola era un valor, que de haber tenido salud, hubiera ido en alza. Con su ejemplaridad contagiosa, siendo mujer evangelizó, y en buena parte como una "Agustina de Aragón", para defender a España y a la tierra vasca, y hubiera sido una gran reserva. Con la esperanza -y certeza—de que desde su cercanía al Dios-Amor, nos ayudará a nosotros para seguir adelante. Se podrá aplicar a Loyola—fallecida a los 56 anos—lo que los discípulos de Max Scheler escuchaban a este no pocas veces: "Los indicadores de los caminos no son siempre los que recorren los caminos". Pero podemos verla así a Loyola, en esta hora de España, de Europa, y del cristianismo: una indicadora de caminos. (Como ilustra Mingote, en su esplendida viñeta en ABC, de 16-12-2006, "no basta un árbol").

JESÚS LÓPEZ MEDEL
Jurista. Académico