08 septiembre 2008

Galileo, GPS, geolocalización y geopolítica


Publicado: 24 junio, 2004 - 05:34
Por: Ignacio Escolar

El castillo Dromoland, en Irlanda, fue construido en el siglo XVI. Tras 16 generaciones en manos de los O'Brien de toda la vida, barones de Inchiquin y descendientes del rey irlandés Brian Boru, la propiedad fue vendida en 1962 al empresario estadounidense Bernard McDonough. Hoy es un hotel de lujo rodeado por un enorme campo de golf; el escenario perfecto para un guión hollywoodense con los fantasmas de los viejos O´Brien y unos cuantos gordos multimillonarios como protagonistas. El sábado albergará la cumbre entre la Unión Europea y Estados Unidos. Tras cinco años de negociaciones Colin Powell y Loyola de Palacio firmarán, si no lo impide ningún fantasma, el acuerdo definitivo entre el viejo y el nuevo mundo sobre Galileo, la futura red de satélites de localización europea.

Galileo es también una fortaleza militar y un hotel de lujo. Los usos de los sistemas de localización por satélite crecen casi cada día. Hoy son la nueva brújula: topografía, cartografía, geodesia, sistemas de información geográfica, deportes de montaña, náutica, expediciones de todo tipo, patrones de tiempo y sistemas de sincronización… el mercado se pierde de puro grande. Pero los satélites, como Internet, como el castillo Dromoland, nacieron para la guerra.

Las dos grandes redes de localización que hoy están en funcionamiento, el GPS estadounidense y la GLONASS rusa, son herencia de la guerra fría. Cada lado del telón de acero colocó estos satélites en órbita para poder dirigir sus misiles en caso de conflicto nuclear. Aunque en un principio estaba diseñado para los militares, la administración Reagan tardó tan sólo un año en abrir el GPS al uso civil tras el desafortunado accidente que sufrió un vuelo comercial de Korean Airlines al invadir por error el espacio aéreo soviético.

Europa busca su lugar en el mundo


Por eso el proyecto Galileo, la futura red de satélites de la Unión Europea, es una inversión estratégica –igual que el cohete espacial Arianne, la Agencia Espacial Europea o el consorcio Airbus– para salir de la tutela tecnológica de la primera potencia del mundo. Japón ya está construyendo un sistema de satélites de cobertura local para sus aviones que estará en funcionamiento dentro de tres años. Europa, con Galileo, está siendo mucho más ambiciosa, ya que sus 30 satélites conformarán la red de localización más precisa del mundo: sólo un metro de error.