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1.- El mar fue para Loyola de Palacio un medio tan expansivo para su carácter como la política. Dedicaba el mismo tesón a redactar un argumentario del partido que a dirigir contra viento y marea la vela del windsurf, como muestra la imagen tomada en el verano de 1997, en las aguas de la Ría de Arousa. La entonces ministra no dedicó un minuto a preparar su atrezzo deportivo. Le bastaron un bañador y una simple camiseta para dar cuenta de su vigor y sus buenas artes. Pero con lo que más le gustaba llegar al mar era vestida de neopreno. Su pasión por el submarinismo fue -por encima de la pintura-, su afición más conocida. Y allí fue, precisamente, donde Loyola percibió, por primera vez, que su cuerpo empezaba a dar las primeras señales de alarma.
2.- El día en que Loyola de Palacio, recién nombrada ministra de Agricultura del primer Gobierno de centroderecha de la Democracia, posó desenfadada en el patio interior del Palacio de la madrileña plaza de Atocha, no sólo cayeron en pedazos los tópicos acuñados sobre la oposición a lo largo de 13 años de felipismo. Aquél fue el día del destape político del equipo de José María Aznar. Deshinibida, pero sobre todo, divertida, Loyola dio una lección de fair play que le deparó alguna incomprensión de los suyos. Sólo había asomado la patita de su posterior estrellato político y mediático.
3.- Mezcla de celo profesional como ministra de la cosa, y de puro patriotismo, la titular de Agricultura hizo bandera en la Unión Europea del aceite y del vino españoles. No sólo visitó La Rioja alavesa -en la imagen, junto a un vendimiador de Laguardia- sino que recorrió Andalucía y paseó por los olivares de Jaén a aquel inflexible Fischer, al que casi logró reducir de altivo comisario a aceitunero altivo. El aceite era, para Loyola, uno de los hábitos de consumo a los que se atribuía su propia vitalidad. Peor recuerdo le quedó del lino, aquel cultivo subvencionado por la Unión Europea que sus adversarios socialistas lograron transformar en su peor calvario político y que se probó finalmente que Loyola era inocente de todo lo que le achacaron casualmente en plena campaña a las elecciones europeas.Loyola no pudo ver en vida el final del proceso en el que se le declaró inocente, la sentencia llegó demasiado tarde.
4.- Ni en los lugares más oficiales Loyola encajaba en la corrección política. Con este gesto expresivo y desenfadado recibía en primera fila la ministra a su presidente, José María Aznar, y a su invitado, el primer ministro marroquí, Abderraman Yusufi, en una visita oficial que éste hizo a España en 1999.
5.- Desde que la descubrió en un debate de jóvenes universitarios, Manuel Fraga prohijó a Loyola hasta el punto de hacerla a su imagen y semejanza políticas. Ella fundó a sus órdenes la organización juvenil del partido -NNGG- y hasta el final de sus días le demostró su lealtad.
6.- En la boda de Ana Aznar y Alejandro Agag las hermanas Palacio pasearon su fuerte personalidad. Loyola, dijo ayer Ana, «era el árbol al que nos arrimábamos todos los hermanos».