Loyola Antonio Jiménez
De Loyola de Palacio me quedo con el espíritu de empuje y lucha que imprimió a su vida política y personal y lamento que tras dejar Bruselas, su partido no estuviera a la altura de la entrega, dedicación y valía que su figura política merecía, al no recuperarla para el duro trabajo de oposición en un cargo ejecutivo. Un lujo de mujer política, ajena a las cuotas, que incomprensiblemente se desaprovechó en Génova tras el 14-M, según me consta, y que el maldito cáncer ha malogrado definitivamente.
Mujer de principios sólidos, católica practicante, (me recordaba Román Cendoya, su jefe de prensa en Agricultura, que los ramos de flores que le regalaban los llevaba personalmente a la primera iglesia que se cruzaba), deportista disciplinada que lo mismo se sumergía en las profundidades marinas que escalaba montañas, vitalista y alegre, siempre afrontaba con ánimo positivo cualquiera de los cometidos que se proponía; ya fuera mientras rasgaba su guitarra que midiéndose con el "ogro" y maleducado comisario europeo de Agricultura, Franz Fischler, a quien paseó por los viñedos y olivares de la vieja España hasta convencerle de que las OCM del aceite y del vino no debían penalizar a nuestros excelsos y ancestrales cultivos. Al distante y desconfiado comisario austriaco, amigo de la buena mesa, no le costó mucho asumirlo después de que Loyola le introdujera en un hábito tan saludable como el de mojar pan en aceite "virgen extra".
Su defensa del aceite, cosa que como andaluz y jiennense siempre le agradecí, la llevó a que en restaurantes imprescindibles como el "Zalacaín" madrileño, me lo contó su "alma mater" José Jiménez Blas, se recibiera a los comensales en las mesas con pequeñas botellas de "virgen extra" que ella mismo se encargó de enviar desde el Ministerio. Ahora ya no hay un solo restaurante o casa de comidas ,en este país, que no incluya de entrada en sus manteles una botella de nuestro "aceite de la vida".
Optimista y emprendedora, la vida intensa y fructífera de Loyola de Palacio se mide por éxitos políticos desde que dejara la secretaría de la Asociación de la Prensa de Madrid, siendo presidente Luis María Ansón, para fundar Nuevas Generaciones de Alianza Popular. Lo mejor que se puede decir de Loyola es que ninguna de las responsabilidades públicas que asumió en España y Bruselas, bien como ministra de Agricultura o como vicepresidenta de la Unión Europea y responsable de la comisaría de Transportes y Energía, donde impulsó el proyecto Galileo y defendió a los pasajeros de los abusos de las compañías aéreas, pasó inadvertida. Siempre dejó huella. Descanse en paz.
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