16 febrero 2007

Resumen de la homilía en la Catedral de la Almudena



Loyola de Palacio fue una “mujer valiente, animosa, perseverante en sus afanes, firme en sus convicciones más profundas y fiel al amor de los suyos”

Madrid. Infomadrid, 26-12-2006- El jueves 21 de diciembre, la Catedral de la Almudena acogió la celebración de un solemne funeral por Loyola de Palacio. Presidida por el Cardenal de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, la Eucaristía fue concelebrada por el Nuncio en España, Mons. Manuel Monteiro de Castro, el Deán de la Catedral y miembros del Cabildo, así como dos religiosos amigos de la familia.

En su homilía, el Cardenal destacó que Loyola fue una mujer "amante de su tierra vasca y abierta siempre, y generosamente, a las inquietudes y tareas comunes de España". Europa, señaló, fue "horizonte hacia donde proyectó años e ilusiones de una vida madura humana y espiritualmente en el servicio a las causas más nobles, propias de la vocación política que ella sentía y ejercía cristianamente". En concreto, destacó su compromiso con "la causa de la dignidad de la persona humana y del respeto y promoción de los derechos fundamentales e inalienables que le pertenecen, la causa de la genuina libertad que no se doblega ante el terror, la de la solidaridad con los más débiles y la del bien común, buscado y realizado en la concordia, la comprensión mutua y la unidad entre las personas y las familias, y entre los pueblos dentro de España y más allá de las fronteras patrias". Definió a Loyola de Palacio como una "mujer valiente, animosa, perseverante en sus afanes, firme en sus convicciones más profundas y fiel al amor de los suyos y a la noble amistad". Además, valoró su unión a su familia y amigos, "a los que trató con auténtica y no simulada lealtad, más aún, con exquisita y desprendida amabilidad personal y profesional".

En referencia a la muerte, afirmó que "¡todo hombre! siente en lo más íntimo de su ser no sólo el deseo biológico de la pervivencia, sino el aliento indomable del espíritu que reclama vida para siempre: ¡eternidad!". "Ante el misterio de la muerte, explicó, la razón, iluminada por la fe cristiana, o, lo que es lo mismo, la fe cristiana pensada y desentrañada razonablemente, proclama y enseña la verdad del Misterio de la Vida". Por ello, prosiguió, "nuestra esperanza es mayor que nuestra tristeza, nuestro amor es mayor que nuestros olvidos egoístas y nuestras comunes indiferencias" al orar por Loyola de Palacio. "No podemos olvidar, señaló, que Cristo, ungido en su humanidad por el Espíritu Santo, venció a la muerte porque derrotó antes al pecado y lo destruyó en su raíz de soberbia y de ruptura con Dios, ofreciendo en la Cruz la oblación de su Cuerpo y de su Sangre al Padre por puro amor". "Hoy, nosotros, con la certeza de la esperanza cristiana y con la oración de súplica, compartida amorosamente en esta Eucaristía por nuestra hermana Loyola de Palacio, unimos nuestros corazones en una plegaria ferviente: ¡que su respuesta al Señor, la de su vida y la de su muerte, haya sido una respuesta de amor!".

Al final de su homilía, manifestó su esperanza de que Loyola de Palacio haya sido conducida por la Virgen "junto con su Hijo Jesucristo", ella que fue "muy consciente durante toda su vida de que Tú, Señor, derribas a los potentados de sus tronos y enalteces a los humildes".

Enlace: Arzobispado de Madrid