17 noviembre 2008

Asturias siempre con Loyola de Palacio


Gijón recibió en varias ocasiones a Loyola de Palacio tanto en su etapa como ministra de Agricultura y Pesca como en calidad de comisaria europea de Transportes y Energías. Como ministra puso la primera piedra del Instituto Oceanográfico, y como comisaria impulsó la «Declaración de Gijón» sobre autopistas del mar en la reunión de ministros europeos del transporte en 2002. En todas sus visitas se mostró como la profesional experta y la mujer afable y cercana que recuerda una de las gijonesas que más cerca estuvieron de ella en su vida: la ex delegada del Gobierno Mercedes Fernández.

R. VALLE

«Era una de esas personas con un magnetismo especial, una de esas personas que merece la pena conocer en la vida. Ahora sólo queda ya admirarla para siempre».

A Mercedes Fernández, integrante actual de la Sindicatura de Cuentas y ex delegada del Gobierno en representación del Partido Popular, se le quiebra la voz al tener que conjugar en pasado sus recuerdos de la recientemente fallecida Loyola de Palacio. Y es que la vida y la política convirtieron a una y otra en compañeras y, sobre todo, en amigas. A través de una gran amiga común Mercedes Fernández había enviado hace poco desde Asturias su mensaje de ánimo a Loyola de Palacio al hospital de Houston donde luchaba contra el cáncer. Una guerra que perdió «aunque estoy segura de que dio la batalla hasta el final. Era muy luchadora», sentencia Fernández. Loyola de Palacio falleció el miércoles en Madrid, donde había venido a pasar las Navidades con permiso de los médicos. Sólo tenía 56 años.

La casualidad hizo que cuando Loyola de Palacio fuera nombrada ministra de Agricultura por José María Aznar en 1996 su sustituta como portavoz adjunta del Grupo municipal Popular en el Congreso fuera la gijonesa Mercedes Fernández. Y la elección de Fernández como delegada del Gobierno en Asturias la convirtió en la anfitriona de las visitas que De Palacio realizó a Gijón en su etapa de ministra de Agricultura, Pesca y Alimentación. Fue Loyola de Palacio quien puso la primera piedra del Instituto Oceanográfico del Arbeyal en un ya lejano 1999. Una visita que aprovechó para participar en un mitin de su partido en la Cátedra Jovellanos. Tenacidad, coraje, afán por el trabajo, fuerza, grandísimo talento e inteligencia o mujer muy estudiosa son algunos de los calificativos que Mercedes Fernández da de Loyola de Palacio. Calificativos con los que coinciden otras personas y que no impidieron que fuera también una mujer sociable, divertida y accesible. Una mujer que sabía hacer un alto para tomarse un culín de sidra o degustar un café en el Dindurra.



Así de cercana y profesional al mismo tiempo se mostró, por ejemplo, en junio de 2002, cuando, en su calidad de vicepresidenta del Parlamento europeo y comisaria de Transportes, participó en Gijón en la cumbre de ministros de transporte de la Unión Europea. Junto al por entonces ministro español del ramo, el gijonés Francisco Álvarez-Cascos, sacó adelante la denominada «Declaración de Gijón» sobre el impulso a las autopistas del mar. De Palacio no abandonó la sonrisa ni en los encuentros oficiales en la Feria de Muestras ni en el centro de salvamento de Veranes -donde no necesitaba traductor para responder a las preguntas de los periodistas ya fueran en castellano, francés o inglés y donde mostró la misma soltura y conocimiento en sus análisis sobre política europea como en detalles de actuaciones estrictamente asturianas- ni en los actos protocolarios en la finca de La Isla o en el palacio Revillagigedo, donde tuvo lugar una cena de gala en la que la sobriedad del traje azul y los zapatos planos de la vicepresidenta europea contrastaba con las galas de otras damas. Eso sí, pocas hacían sombra a su sonrisa. En aquella ocasión su anfitriona en Gijón era otra mujer con amplia experiencia en el mundo de la política: la alcaldesa Paz Fernández Felgueroso.


«Era una mujer discreta, trabajadora y austera», explica Mercedes Fernández, para quien resulta reseñable la capacidad de la licenciada en Derecho que ejerció de empresaria en la década de los setenta antes de volcarse de lleno en la política para afrontar los retos que le colocó la vida en el camino: los políticos, convirtiéndose en una especialista en pesca, carbón o transportes, según fuera el área de trabajo que se le encomendase, y los personales, acompañando primero a su hermana Ana, también ministra del Partido Popular, en su lucha contra el cáncer de mama y luego afrontando ella misma una enfermedad que se convirtió en el único problema que no pudo solventar.


publicado en lne.es
Viernes 15 de diciembre de 2006