04 febrero 2009

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El Correo, 3 de mayo de 2004

LOYOLA DE PALACIO, COMISARIA DE TRANSPORTES Y VICEPRESIDENTA DE LA UNIÓN EUROPEA

La dirigente popular declina valorar sus opciones como candidata a lehendakari Espera que el PNV «reconozca al final que el plan Ibarretxe sólo lleva al precipicio»

ALBERTO SURIO/SAN SEBASTIÁN

Loyola de Palacio abandonará Bruselas el próximo 30 de noviembre, después de cinco años como comisaria de Transportes y vicepresidenta de la Unión Europea, una época que considera «la más apasionante de mi vida». Mientras tanto, prefiere no valorar su posible implicación en la política vasca como hipotética candidata a lehendakari. «Son los responsables del PP vasco los que tienen que tomar una decisión», asegura.

-¿Está dispuesta a implicarse en la política vasca?

-Desde hace mucho tiempo estoy arrimando el hombro en el País Vasco con mis compañeros. Lo que hace falta es que ellos tomen sus propias decisiones. A partir de ese punto, yo siempre estoy y estaré ahí colaborando, trabajando e intentando apoyar al máximo. Son las gentes del PP del País Vasco las que tienen que tomar sus propias decisiones.

-Pero usted ya ha mantenido gestiones para tantear sus eventuales apoyos

-Lo único que le tengo que decir es que yo soy vicepresidenta de la Comisión. En eso es en lo que estoy hasta el 30 de noviembre, que es cuando acaba mi mandato. Mientras tanto, no hay ni un antes ni un después. El PP vasco tendrá que tomar sus propias decisiones.

-Ha nacido la Europa de los 25. Una ampliación histórica que a la vez suscita algunos temores

-Es una decisión justa y decisiva desde el punto de vista de la trascendencia histórica, en la medida en que supone la superación de las heridas dramáticas del siglo XX, sobre todo en los ocho de los diez países que quedaron al otro lado de la vergüenza, bajo dictaduras comunistas brutales. Es la culminación de ese reencuentro. A partir de ahí, es cierto que el objetivo prioritario consiste en conseguir que esta ampliación sea un éxito rotundo, y yo creo que se va a lograr.

-¿Le inquieta que la ampliación origine recelos en España por el recorte de las ayudas comunitarias que hasta ahora ha recibido?

-España va a dejar de recibir estos fondos, pero no porque exista una ampliación sino porque lo hemos hecho bien, hemos crecido más rápidamente que el resto de los países europeos. Espero que el Gobierno Zapatero sea capaz de mantener las tendencias de crecimiento que ha habido durante las ejecutivas de Aznar. Siempre digo que me gustaría ser como Alemania, tener su nivel de renta y ser contribuyente neto.

-¿Existe un riesgo de una deslocalización de empresas que se sientan más atraídas por los nuevos países que se incorporan a la UE?

-También ese temor existía cuando entró España en el Mercado Común, y la realidad es que no nos vinieron a España firmas francesas o alemanas ni de ningún otro país de la Unión. Hubo algunas que se instalaron en España aprovechándose de costes laborales más bajos, pero sólo fueron unas cuantas. Ahora debería pasar lo mismo, salvo que en España lo hagamos mal. Hace falta esforzarse y llevar a cabo las medidas necesarias para demostrar que España sigue siendo un país atractivo para las industrias y las empresas, que el factor coste laboral sólo es uno entre tantos elementos.

Expectativa soberanista

-¿El País Vasco puede verse especialmente afectado por ese recorte de las ayudas comunitarias?

-En absoluto. El País Vasco se ha beneficiado de los fondos de cohesión, que los ha logrado gracias a la solidaridad de España entera, porque hay que recordar que se reciben, entre otras cosas, porque Andalucía y Extremadura tienen un nivel de renta muy bajo. Los fondos de reconversión industrial se han aplicado ya y los fondos de tipo agrícola se van a seguir percibiendo. Por otra parte, el País Vasco seguirá recibiendo una serie de ayudas a las redes transeuropeas.

-¿Por ejemplo, la 'Y' ferroviaria vasca?

-Como se ha visto, ya se han empezado a licitar las primeras obras de la 'Y'. Supongo que el nuevo Gobierno mantendrá los calendarios.

-Esta ampliación europea ha alimentado una cierta expectativa soberanista en el nacionalismo vasco. La situación política sigue marcada por el debate del plan Ibarretxe. ¿Cómo ve el momento actual?

-Espero y confío que el PNV sea capaz de reconocer y admitir al final que el plan Ibarretxe es un camino a ningún sitio, a ninguna parte, o mejor dicho, a un precipicio. Al plan Ibarretxe se le ha dicho por activa y por pasiva desde la Unión Europea que no tiene cabida en los tratados, que lo que contempla es imposible en la UE. Si por una casualidad el País Vasco fuera independiente, o cualquier región -tal como preguntó una parlamentaria escocesa-, sencillamente se convertiría en un tercer país que dejaría de ser miembro de la UE.

-¿Y cómo entraría?

-Si quisiese volver, tendría que pasar por todos los trámites, desde la aceptación de su solicitud a la aprobación unánime por parte de los países de la Unión No sólo se independizaría del Estado del que es miembro sino también de la UE. Mientras el nacionalismo sea un movimiento autoidentificatorio, de defensa de lo vasco, es muy respetable y razonable. Pero si va por el camino de la independencia se convierte en un error mayúsculo. El riesgo de deslocalización de empresas en el País Vasco será mucho mayor por la inestabilidad política que por la ampliación. La gran consecuencia de esta deriva del plan Ibarretxe es que forzará al País Vasco a marcharse de la UE.

-El Tribunal Constitucional no ha paralizado el debate del plan Ibarretxe como pretendía el último Gobierno de Aznar. ¿No ha quedado desautorizada la estrategia del PP en relación con este proyecto?

-Cuando se recurre a un tribunal, éste puede darte o no darte la razón. La sentencia, con siete votos a favor y cinco en contra, refleja una división interna y que muchos magistrados respaldaban las tesis del Gobierno del PP. Lo que hay que hacer con las decisiones judiciales es acatarlas, tomar nota y tirar para adelante. Esas son las reglas del Estado de Derecho; otros no las respetan.