11 enero 2008

Archivo: Victoria Prego, Fundación para la Libertad y Loyola


Victoria Prego - intervención el seminario Loyola de Palacio-
Bilbao -
27 de febrero de 2007

Muy buenas tardes a todos, gracias por estar a aquí, gracias a la Fundación para la Libertad por invitarme, y antes de nada un recuerdo a mi querida amiga Loyola de Palacio, cuya personalidad y cuya trayectoria bien merece el recuerdo nuestro, un recuerdo prolongado y el homenaje de nuestro afecto.

Yo no la conocí muy bien, pero creo que la conocí bien, y era una mujer muy valerosa personalmente, completamente decidida a ocultar sus dudas, sus debilidades y sus temblores para que los demás se cobijaran a su alrededor, lo cual tiene muchos riesgos pero es un mérito extraordinario. Y esto lo practicó en la vida privada y en la vida pública; aguantó todos los chorreos con entereza, todos los ataques, todas las descalificaciones y no se arredró nunca, tampoco cuando fue ninguneada por su propio partido. Después de ser vicepresidenta de la Comisión Europea, que es mucho ser, llegó a Madrid y no tenía donde poner sus cosas, luego tuvo un despacho, por llamarlo de alguna manera, que era más bien un cubículo, un cuchitril, y nadie ha oído a Loyola de Palacio en público lamentarse de su suerte. Quiero decir con esto que fue aplaudida, pero muchas más veces presionada, y en ocasiones decisivas ninguneada también por los suyos, y ella mantuvo una posición desde el punto de vista intelectual y político que yo calificaría de elegante.

También murió de una manera elegante. Les voy a contar una anécdota que ilustra bien el carácter de las hermanas de Palacio, y desde luego el de Loyola. Se iba... como dice Ana de Palacio, en el guión estaba que se moría ella, Ana Palacio, es decir la que fue Ministra de Exteriores: “en el guión estaba que me moría yo y no estaba que se muriera Loyola”. Pero cuando estaba muy enferma en Houston, se empeñó en venir ella, se empeñó en venir, porque quería venir al bautizo de un sobrinito y las cosas se complicaron tanto que celebró una conversación con su hermana y dijo exactamente, le encargó una serie de cosas, para cuando se muriera y encargó la marca de vino “Cune Imperial, gran reserva”.

Es decir, era una mujer dispuesta a morirse, pero asegurándose de que sus deudos iban a beber un buen vino. Y ése es el espíritu de esa mujer; podía estar por dentro angustiadísima, porque era una mujer muy joven y muy valerosa y sobre todo muy activa, muy potente, pero mientras se moría y no se moría, convocó a su hermana para darle una serie de instrucciones entre las cuales estaban el vino que tenían que beber aquellos que la querían y la iban a acompañar, a… en fin… a decirle adiós. De manera que yo le hago un homenaje aquí y en todos los lugares donde se me convoque para ello.

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