05 febrero 2006

Un problema menos para la ETA

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Fungairiño, que no entró en la carrera judicial por el cuarto turno, como la vicepresidenta del gobierno, sino que es –él sí–, un jurista de reconocido prestigio internacional, ha sido además a lo largo de toda su carrera un eficacísimo fiscal con importantes servicios a la nación en materia antiterrorista. Cuando Garzón inició la causa contra Pinochet, la única voz sensata de la Audiencia Nacional fue la de Fungairiño, que no consintió envilecer su criterio profesional por seguir la tendencia políticamente correcta de la mayoría de medios de comunicación, que trata a los dictadores en función de su ideología, ni la de los jueces estrella, que utilizan la ley para postularse al Premio Nobel de la Paz.
La coherencia profesional y el decoro, son virtudes incompatibles con la tendencia actual de convertir el derecho y las instituciones en elementos maleables para la consecución de objetivos extraconstitucionales. Los lacayos del PSOE lo saben bien y actúan en consecuencia. Pero cuando el paso del tiempo despeje la neblina de lo superfluo, el apellido Fungairiño seguirá evocando en los ciudadanos un sentimiento de gratitud, mientras que al autor de su cese probablemente sólo le recuerde el colegui que le acompaña al piano en las fiestas,
mientras él ataca las estrofas de "La Internacional".Fungairiño suscita en el submundo terrorista nada más que odio y temor –que le pregunten a la hiena de Parot, que si fuera por Fungairiño seguiría otros veinte años más en la trena–. En cambio, cuando detienen al cabecilla del brazo político de la banda, lo primero que hace es preguntar altivo si lo sabe Pompidou. No cabe mejor manera de blasonar los merecimientos de uno y otro.
-extracto de artículo de Pablo Molina -libertaddigital.com-

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