En pleno fragor de la negociación agrícola, atendiendo en su casa las llamadas de los colegas de otros países, Loyola de Palacio bromeaba: «Le he cogido tanto gusto a la cosa europea que me he echado novio en Bruselas, Fischler y yo nos hemos jurado amor eterno». El comisario de Agricultura, su principal enemigo de hace dos años, el que tanto le hizo sufrir en el tema del aceite, se rindió ante el tesón y hasta la pesadez de esta dura negociadora. Y ahora le manda flores.
Probablemente, a la chita callando, esta madrileña de nacimiento y segoviana de adopción, sabía hace mucho que su futuro iba a pasar por la Unión Europea, y por ello se desvinculó un tanto de las tareas del partido, al que permaneció dedicada en alma y cuerpo antes de ser ministra de Agricultura.
Loyola de Palacio, descendiente de una familia de origen vasco, se apuntó a la política a temprana edad y a la sombra de su admirado Manuel Fraga, con quien sigue teniendo una especial relación. Fue dirigente de Nuevas Generaciones de Alianza Popular y saltó a la fama como senadora a raíz de un viaje a Cuba en el que Fidel Castro le impidió la entrada en la isla. Posteriormente, se bregó en el combate político como portavoz adjunta del Grupo Popular. Un puesto desde el que se forjó fama de peleona opositora al Gobierno de Felipe González. Hasta sus adversarios políticos reconocen que es una curranta de primera división.
Es una mujer directa y campechana. Cuando llegó al Ministerio de Agricultura, los funcionarios se extrañaban al verla comer en el autoservicio. Y tiene un sentido de la coquetería tan especial que apenas se maquilla y se viste de forma que sus hermanas critican. «Debes modernizarte, el aspecto físico es importante», le dicen. Pero ella ni caso, aunque desde que es ministra se cuida algo más para las fotos. Su soltería, ella lo reconoce, le permite trabajar de sol a sol. Como ministra de Agricultura, la hemos visto pelearse en Bruselas, encabezar manifestaciones de agricultores, remangarse en medio de una plantación de olivos y hacer probar el aceite español al comisario Fischler.
Por ser uno de los ministros mejor valorados del Gobierno, el PP la consideró siempre la mejor candidata para encabezar la lista de las europeas. Sólo la férrea resistencia de Aznar a tocar el Gobierno era un impedimento. Arenas siempre apostó por ella y al final se ha salido con la suya.
Su catolicismo y su ideología conservadora ha llevado muchas veces a sus adversarios a clasificarla como miembro del Opus Dei, pero ella niega la mayor. «¿Cómo voy a ser del Opus llamándome Ignacia de Loyola?, es una contradicción in términis».
publicado en El Mundo el 23 de abril de 1999