Loyola de Palacio nació en Madrid en 1950, estudió en el Liceo francés, se licenció en Derecho por la Complutense de Madrid, y después obtuvo el doctorado honoris causa en Economía Marítima y Transportes por la Universidad de Génova. Cuando tenía 22 años falleció su madre, y desde ese momento Loyola se ocupó de sus seis hermanos. Por su inteligencia, su capacidad de trabajo y su categoría humana, hizo una carrera fulgurante en un Partido Popular que no andaba escaso de lumbreras. En 1996 llega al Ministerio de Agricultura, cargo que desempeña hasta 1999, cuando encabeza la lista del PP a las elecciones europeas. Pronto es designada comisaria de Transportes y Energía, además de vicepresidenta de la Comisión Europea. Será la primera mujer en ocupar este cargo, naturalmente por aplastantes méritos propios, no por risibles cuotas bananeras.
Esta eminente mujer desarrolló el proyecto Galileo y acometió planes de fuste relacionados con el transporte continental y la seguridad marítima (el doble casco de los petroleros, por ejemplo). Durante su vida ganó condecoraciones como la Gran Cruz de Isabel la Católica, la Gran Cruz de Carlos III o la Gran Insignia de Honor de la República de Austria, y fue miembro del grupo de alto nivel de la Unión Europea. En resumen, Loyola de Palacio fue uno de los políticos europeos más inteligentes, capaces, ejemplares y honestos de su generación, y dejó un buen nombre que daría prestigio a cualquier beca de investigación del mundo.
Obviamente, que esta persona pueda convertirse en faro, ejemplo, guía y mentora de los estudiantes más aplicados y responsables causa profundo malestar a ciertos botarates, que sólo serán recordados por sus viles esfuerzos para inculcar a la juventud española dos lacras: el fracaso escolar y la botellona.