Loyola de Palacio será siempre Loyola de Palacio, tal como en ella misma la eternidad la cambia. Inmune a los ultrajes de la basura resentida, Loyola sigue siendo lo que fue: alguien cuyo nombre honraría cualquier beca y cuya existencia ha dignificado a la humanidad.
Loyola de Palacio nunca tuvo que vestirse de mamarracho ni convertir sus cargos políticos en pretexto continuo para la gamberrada zafia y espectacular.
ABC , Domingo 15 de Julio de 2007