05 noviembre 2007

Loyola de Palacio. Ministra de Agricultura por Francisco Simón Vila


El viernes tres de mayo de 1996, al jurar su cargo de ministra de Agricultura, Pesca y Alimentación ante el Rey Don Juan Carlos y el presidente del Gobierno, José María Aznar, Loyola de Palacio se convirtió en la primera mujer en España al frente de este Departamento.

Francisco José Simón Vila. Ingeniero Agrónomo. Licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales.

Como hoy reconocen la mayor parte de los funcionarios que estuvieron a sus órdenes, durante los tres años que permaneció al frente del Ministerio de Agricultura, revolucionó la forma de trabajar, intensa y sin descanso, y las propias estructuras del sector agrario español. Al cabo, nunca jamás ha estado nadie al frente de este Departamento con tanto "peso político" dentro del Gobierno, y consecuentemente del Consejo de Ministros, como Loyola de Palacio. Y nadie, salvo quizá Jaime Lamo de Espinosa, en mi opinión, tuvo como Loyola tal empuje, coraje y dedicación absoluta al sector agrario de nuestro país. Fue su decisión desde el principio y así nos lo transmitía a los hombres y mujeres de su equipo: "Vamos a poner este Ministerio de moda". ¡Y vaya si lo hizo!

Loyola quería, y así lo declaraba desde las primeras entrevistas de los medios de comunicación al llegar a su despacho, que el mundo rural alcanzara un protagonismo destacado dentro del conjunto de la sociedad española, en consonancia con lo que dicho mundo representa en nuestra economía, cultura y tradiciones. Una de sus frases predilectas, que repetía a menudo en las reuniones de trabajo que todos los lunes mantenía con su equipo directivo, definía perfectamente cuál iba ser la estrategia para conseguir su objetivo: «la única batalla que no se gana, es la que no se da».

Yo fui testigo, a lo largo de los dos años que estuve al frente de su Gabinete, de las numerosas reuniones en Bruselas en las que, después de conseguir a altas horas de la madrugada prácticamente todo lo que se había propuesto en defensa de los agricultores y ganaderos españoles, todavía seguía negociando, aprovechando el cansancio de sus oponentes, para conseguir el añadido de unos pocos euros, unas hectáreas añadidas o un número de cabezas de ganado más con derecho a subvenciones comunitarias.

Y hay que reconocer que Loyola de Palacio logró su objetivo, y lo hizo ya a los pocos meses de su llegada al Ministerio de Agricultura. Recuerdo la movilización que logró, de toda la sociedad española, fuerzas políticas incluidas, en defensa de nuestro aceite de oliva, frente a las propuestas de Bruselas; y sus "enfrentamientos", en defensa de nuestro sector agrario, con el comisario de Agricultura de la UE, Franz Fischler.

De la "batalla por el aceite" recuerdo que Loyola se trajo a los ministros europeos de Agricultura y a todos los embajadores de la Unión Europea, y los paseó por Córdoba, Jaén y Granada, sumergiéndolos en el "mar de olivos", haciéndoles disfrutar los desayunos molineros y vivir la realidad de unas gentes que veían amenazado su medio de vida con la reforma pretendida por la Comisión Europea. El seguimiento que los medios de comunicación hicieron de los esfuerzos de aquella Ministra tenaz, luchadora e inasequible al desaliento, la concienciación de la sociedad española sobre el aceite de oliva supuso una promoción, a nivel nacional e internacional, para nuestro oro líquido, que no habría dinero en el mundo para pagar a precio de publicidad.

Gracias al trabajo, dedicación y espíritu de lucha que tuvo durante los tres años (de mayo de 1996 a mayo de 1999) que estuvo al frente del sector agrario español, y de la colaboración entusiasta de los funcionarios que trabajaron con ella, se consiguieron ver realizadas la mayor parte de las reivindicaciones del sector agrario español, como se puede comprobar, entre otros muchos, con los datos siguientes:

- La ayuda comunitaria directa a la renta de nuestros agricultores y ganaderos en 1999 ascendió a 5.470 millones de euros, un 40% mas que en 1996.

- La ayuda comunitaria a la modernización de las estructuras agrarias y pesqueras, a las industrias agroalimentarias y a la política de desarrollo rural alcanzó 1.115 millones de euros, el 68% mas que en 1996.

- Como consecuencia de la buena negociación del paquete agrario de la Agenda 2000, se obtuvo otros 600 millones de euros adicionales anuales.

- En seguros agrarios de 1996 a 1999, se incrementaron los capitales asegurados en el 57% y las subvenciones destinadas a las pólizas contratadas, en el 51% (141 millones de euros en 1999 frente a 93 millones en 1996).

- En las producciones agrarias destacan:

a) En aceite de oliva se incrementó la Cantidad Nacional Garantizada en el 21,5%, llegando a 760.000 toneladas.

b) Se consiguen por primera vez subvenciones para la aceituna de mesa.

c) Los derechos de plantación del viñedo aumentaron en 17.355 ha.

d) Se corrigió al alza el rendimiento histórico medio de los cultivos herbáceos (de 2,64t/ha 2,90t/ha, lo que supuso un incremento de 2.346.000 toneladas).

e) Incremento en el nivel de las ayudas al sector del plátano en el 8%.

f) Ampliación de 603.674 a 713.999 las cabezas de terneros con derecho a prima comunitaria.

g) Incremento de la prima anual por vaca nodriza desde 145 euros por cabeza a 330 euros.

h) Establecimiento de una nueva prima al sacrificio de bovinos machos, vacas y novillas.

i) Incremento de 550.000 toneladas (10%) en la cuota Láctea asignada a España por la Unión Europea, corrigiéndose con ello la pésima situación existente desde 1986.

Pero más allá de la frialdad de los datos, lo que Loyola de Palacio significó para el sector agrario español lo definen algunos hechos que, de no recordarlos, parecerían meras anécdotas. Como su intervención para conseguir que ni un solo camión español cargado con frutas y hortalizas volviera a ser atacado en las carreteras francesas. Negoció insistentemente con las autoridades comunitarias y francesas, para que tomaran cartas en el asunto; convenció a los afectados en el único ataque que se produjo durante su estancia en el Ministerio, para que renunciaran a las indemnizaciones que voluntariamente pagaban las organizaciones francesas, al objeto de que pudieran reclamar judicialmente ante la justicia del país vecino (se consiguió que juzgaran y condenaran a los culpables en dicho ataque).

O como su gestión para que, en la reforma de la PAC, España fuera uno de los pocos beneficiarios netos. O la sucesiva consecución de mayores cotas de cuóta láctea, que cada año, tras una negociación fratricida del Gobierno anterior, suponía cientos de millones de pesetas de multa. O los éxitos que, a finales de diciembre, siempre de madrugada, daban oxígeno a nuestra flota pesquera, en las negociaciones de TAC’s y cuotas.

Loyola se fue demasiado pronto de todo: del Ministerio, de la Comisión Europea, de los puestos de responsabilidad directa en el PP; pero, sobre todo de la vida. Me quedo con lo que dicen, todavía hoy, muchos agricultores y ganaderos españoles, que dan las gracias a Loyola por lo que hizo por nuestro sector agrario, ganadero, pesquero y alimentario durante los tres años que estuvo al frente del Ministerio.

Y lo ilustro con una anécdota: fue a visitar, tras la batalla por el aceite de oliva, un pueblo extremeño, Villarrubio de la Serena; el alcalde, socialista, se volcó por supuesto con ella. Pero hizo más: dio fiesta en la escuela para que los niños pudieran salir a conocerla y saludarla. Loyola disfrutó como lo hacía siempre que pisaba cualquier pueblo de la geografía española, un medio rural que acabó convirtiéndose, más allá de las mullidas alfombras de los despachos oficiales, en su medio natural. Un entorno en el que hoy ya nos falta.