14 octubre 2006

El alma "medio gallega" de Loyola de Palacio

Notas cortas
por Don Joaquín Domínguez

FUEGOS OLIMPICOS
2006

Llegué a Galicia el 6 de agosto. La provincia de Pontevedra ardía por los cuatro costados mientras el Presidente de la Xunta, de vacaciones, repetía patéticamente una y otra vez, ese día y los siguientes, que la situación estaba controlada. El día 7 mi hermana Ana me reenvió un mensaje de una amiga, no sabe si del PSOE o del Bloque, que literalmente decía: Temos que recuperar a plataforma nunca máis contra o lume. Nunca máis lume. Pásalo. Por supuesto no se lo pasé a nadie pero me quedé preocupado pensando que estaban preparando la estrategia para responsabilizar a otros de los fallos propios.

El monte arde en Galicia por muchos y variados motivos. Este año las condiciones meteorológicas favorecían la propagación de los incendios sin que la Xunta contara con un sistema de lucha contra el fuego tras haber desmontado, con una enorme irresponsabilidad política, el que tan buen resultado había dado los años anteriores. Sin esta irresponsabilidad posiblemente se hubieran evitado los dos fallecimientos de las mujeres que se vieron rodeadas por las llamas y las numerosas hospitalizaciones de afectados directa o indirectamente y de cuya evolución posterior no se han dado noticias, amén de los importantísimos daños materiales, muchos de ellos irreparables.

El día 10 se presentó en Galicia, abandonando por un día sus regias vacaciones, el Presidente del Gobierno. Intentó hacerse la foto con los campesinos que estaban luchando para evitar que el fuego llegara a sus casas. No lo consiguió ante la airada protesta de éstos que, con insultos muy fuertes, le reprochaban entre otras cosas que su visita había obligado a retirar efectivos contra incendios para cubrir funciones de escolta.

Y en medio de todo esto llegan las declaraciones de la Ministra de cuota: el fuego está siendo propiciado por el “bajo nivel cultural” de los gallegos, por su “atraso económico y cultural”. Vaya por Dios. La Ministra seguramente es muy dada a generalizar y como conoce a un gallego, un tal Pepiño, quien aunque no consiguió que sus convecinos le eligieran alcalde parece que ahora manda mucho, pues eso, pensó que todos los gallegos somos iguales. Menos mal que en la biografía de la Ministra, si no oficial sí oficiosa, se dice que “los que la conocen destacan de ella su diplomacia”. ¡Qué perspicacia! Claro que en la misma biografía puede leerse que es “hija de periodistas que debido a la complicada situación interna del país en aquellos años se vieron obligados a emigrar a Italia”. Pura memoria histórica. Su padre, don Francisco, q.e.p.d., director de periódicos del Movimiento, se fue a Roma destinado como corresponsal de Radio Nacional y de Televisión Española, popularizándose grandemente en España tanto su voz como su cara.

Unos días después el Ministro de los Guardias estuvo unas horas en Galicia. Haciendo honor a su fama de experto en tramas, fama muy merecida por cierto pues no podemos olvidar su actuación cuando se descubrió el pastel de los GAL ni la que tuvo tras el 11 M. Esas pocas horas le bastaron para llegar a una conclusión y realizar la gran acusación: bandas organizadas meten fuego al monte por motivos políticos. Efectivamente. La Guardia Civil detuvo a un afiliado al PSOE al sorprenderle in fraganti, aunque esta noticia estuvo embargada durante muchos días.

Volví el 14 a Sevilla con un extenso, y tristísimo, álbum de fotos de montes ardiendo. Afortunadamente cambió el tiempo, empezó a llover y los incendios comenzaron a disminuir. Leo que el bipartito está empezando a diseñar lo que pomposamente llaman folla de ruta para intentar paliar los daños que, como no podía ser de otra manera, achacan a la nefasta política forestal del período de Fraga. Como diría Cantinflas hay que ver lo que es la falta de ignorancia.

De mis ocho días en Galicia, todos ellos muy cerca del monte, quiero destacar el ejemplo de solidaridad que han dado mis paisanos luchando denodadamente contra el fuego. A ellos se debe que los daños no hayan sido superiores. A título de ejemplo quiero dejar constancia del comportamiento de una pequeña parroquia de la provincia de Pontevedra en la que los vecinos, a media noche, fueron convocados por el repique de la campana de su iglesia. Acudieron todos con sus escasos medios consiguiendo detener las llamas en las primeras casas de la aldea. Una señora, antigua funcionaria de Naciones Unidas (con atraso económico y cultural, como diría la Ministra) sin darle mayor importancia al riesgo que corría, consiguió apagar con una pequeña manguera el fuego que una chispa había prendido en el pajar de uno de los vecinos. Si hubiera ardido el pajar seguramente el fuego se habría extendido por toda la aldea. Supongo que, como éste, habrá muchos ejemplos.

Don Joaquín Domínguez

Sevilla, 20 de septiembre de 2006