18 enero 2011
Loyola de Palacio, in memoriam
Una de las frases que repitió con mayor frecuencia en círculos públicos y privados fue que “la única batalla que se pierde es la que no se da”.
Todos aquellos que trabajaron con ella en las diferentes responsabilidades que asumió, primero en la oposición, luego en el Gobierno y, después en la Comisión Europea, saben que es verdad. Pero más cierto es que esa filosofía de vida la practicó hasta que cayó vencida, que no rendida, por la enfermedad.
En el acto de homenaje celebrado en Bruselas, donde un busto y una sala que lleva su nombre recordarán siempre su responsabilidad política contraída con la sociedad, se han escuchado conmovedoras palabras dichas por antiguos compañeros de Gobierno, algunos de ellos aspirantes a volver a él. Con independencia de sus actuales papeles, todos las han pronunciado desde el compañerismo y el deseo sincero de recordar su presencia
Hoy, cuando muchos de nuestros representantes políticos se encuentran en el limbo y al límite de la sensatez, con actos y sospechas de mala práctica y desidia, la figura de Loyola de Palacio se alza en un modelo de “valor” y “sentido del honor”, como ha dicho su emocionada hermana Ana Palacio.
Su “compromiso con la libertad”, destacado por Rajoy, ponen a Loyola de Palacio en el espejo al que deberían mirarse muchos de nuestros dirigentes. Es posible que algunos no aguantarían la mirada y sintieran vergüenza al recordar que "la única batalla que se pierde es la que no se da".
Loyola de Palacio la dio hasta el último día. Sirva de ejemplo.
publicado en Estrella Digital (enlace)