Se ha muerto Loyola de Palacio y me la imagino hacia el cielo, como un ángel poderoso siempre en busca de la luz verdadera.
Cuando alguien desaparece, suele decirse la soberana tontería de que no hay nadie imprescindible, pero desde luego hay algunos más prescindibles que otros y el caso de Loyola es uno de los que nos ocupan.
Se ha ido, sin duda alguna, una política ejemplar, un modelo de persona a seguir, una funcionaria al servicio de España como pocas ha habido. No la ha perdido sólo el Partido Popular, sino España entera, y no va a asimilarse convenientemente su pérdida hasta que pase mucho tiempo.
Pero, desde luego, ha sido una pérdida irreparable para el Partido Popular. Ha perdido uno de sus mejores bastiones, uno de sus mejores regimientos, uno de sus mejores generales y uno de sus más fieles y leales soldados.
Loyola de Palacio ha sido una mujer de una pieza. Quien la haya visto alguna vez puede haberse convencido no solamente de su potencia física e intelectual, sino de sus razonamientos sin fisura. Sus manos, rudas y con las uñas recortadas como las de un hombre, ejemplarizaban las de una mujer trabajadora. Las pocas pero impactantes veces que la vi, siempre apareció sin maquillar. Era una mujer sencilla, honesta y limpia, en los discursos y en los hechos. En la ética y en la estética.
Una de esas veces en que estuve cerca de ella fue en el entierro de mi tío Gonzalo Fernández de la Mora, al que ella seguía de cerca ya desde sus tiempos de estudiante. Se me han quedado grabadas en la mente las personas del Gobierno de Aznar que estuvieron sin complejos en aquel entierro de uno de los últimos ministros de Franco pero también uno de los fundadores de Alianza Popular. No dudaron en estar cerca de la familia en aquellos momentos duros. Una de estas personas fue Loyola, cercana y amiga de la familia de Gonzalo. No en balde dio sus primeros pasos en la política con 27 años, en 1977, cuando fundó junto a Gonzalo Fernández de la Mora, que procedía del Partido Unión Nacional Española, las Nuevas Generaciones de Alianza Popular, que presidió hasta 1979. Los otros dos miembros del Gobierno de Aznar que estuvieron en el entierro de Gonzalo fueron Federico Trillo, entonces Ministro de Defensa y una de las personas que ha llevado en hombros el féretro de Loyola de Palacio, y el ahora presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, que acudió al entierro de Gonzalo con su reciente esposa.
Es verdad que no hay nadie imprescindible, pero no me cabe ninguna duda de que ni el PP ni España habrían sido lo mismo sin Loyola.
José Luis Barceló
publicado en El Semanal Digital
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