23 noviembre 2006

A PROPÓSITO DEL OLIVO DE LOYOLA DE PALACIO


Escrito por D. Joaquín Domínguez

La lectura en la magnífica blog de Loyola de Palacio de un viejo artículo de Faro de Vigo describiendo la plantación por la exvicepresidenta de la U.E. de un olivo en la iglesia parroquial de Carril me ha dado pie para redactar estas líneas. Más de uno se habrá preguntado alguna vez por qué hay tantos olivos en las iglesias gallegas. La respuesta es muy sencilla: se cortaban sus ramas para bendecirlas en el Domingo de Ramos y con su aceite se mantenían encendidas las lámparas del Santísimo.
A oliveira do adro
"non lle botes o machado
que alumea toda a noite"
a Xesus Sacramentado
dice una canción popular de la Costa da Morte.

Loyola de Palacio, conocedora de esta tradición, ha plantado bastantes olivos en parroquias rurales de su entorno arosano de veraneo en sustitución de los que por diversas causas habían desaparecido. De alguna de estas plantaciones, todas ellas llevadas a cabo muy informalmente, he tenido la suerte de ser testigo.
Dicho esto voy a exponerles a Vds. algunos temas que me preocupan y que tienen mucho que ver con el feísmo que está invadiendo los preciosísimos paisajes de la Galicia rural. Estoy hablando del noventa por ciento del territorio, donde viven la mitad de los gallegos, pero en el que se genera solamente el diez por ciento de la riqueza.
En mi caminar desde hace muchos años visitando las iglesias rurales de la Galicia atlántica en busca de olivos en sus adros, me he llevado grandes satisfacciones. La tranquila armonía de tantas aldeas agrupadas alrededor de sus parroquias y los paisajes maravillosos que con frecuencia pueden admirarse desde sus atrios constituyen una recompensa inconmensurable para el viajero.
Sin embargo, con más frecuencia de la que sería deseable, la satisfacción se convierte en tristeza e incluso en indignación al ver cómo se van desmoronando preciosas casas rectorales y cómo crecen, en cambio, horribles alineaciones de nichos funerarios. Cada vez, desgraciadamente, estos atentados contra el buen gusto son mayores y generalizados. Parece como si se hubiera iniciado una carrera para ver quién comete el disparate más grande.
Las casas rectorales, abandonadas a causa de la nueva situación que viven las parroquias rurales (el descenso en el número de titulares, lo que no permite mantenerlas ocupadas como antaño, el abandono de la explotación agraria de las tierras parroquiales, la insuficiencia de recursos para su mantenimiento, etc) están ocasionando un deterioro progresivo que conlleva con el paso del tiempo la total destrucción de estas casas que hasta hace pocos años eran las más importantes de las aldeas.
Siendo consciente de los problemas presupuestarios de la administración eclesiástica para mantener su patrimonio así como de las dificultades jurídicas para dedicar las casas rectorales a usos distintos de los originarios, no puede consentirse, sin embargo, la situación actual. Es hora de que la Xunta y la Curia se sienten a dialogar y, juntamente con los Ayuntamientos afectados, acuerden un plan no sólo para restaurar los inmuebles sino, lo que me parece más importante, buscarles una utilización que redunde en beneficio de los vecinos y permita mantenerlos vivos. (a los edificios, no a los vecinos, que también)
Los antiguos enterramientos en el suelo, alrededor de la parroquia, están siendo sustituidos por horrendas alineaciones de panteones muchas veces con más altura que las paredes de la propia iglesia. No es raro que el visitante no pueda ver más que los campanarios, quedando ocultas las iglesias por los horrendos muros traseros de los panteones. Es lógico que los vecinos quieran seguir enterrando a sus difuntos en los adros de las parroquias cerca de los seres queridos de generaciones anteriores pero no se pueden continuar consintiendo las actuaciones que se están llevando a cabo.
Como en el caso de las rectorales es un problema difícil de solucionar pero deben buscarse cuanto antes soluciones alternativas.
Y por ultimo, aunque tenga menos importancia, infinidad de líneas aéreas, eléctricas o telefónicas, afean sistemáticamente el exterior de las iglesias. Sin duda por falta de sensibilidad de los responsables de las instalaciones, siempre hay un antiestético poste justo delante de la puerta principal, al lado del horrible contenedor de basura, para el que tampoco se encuentra una ubicación más discreta.
He hablado con mucha gente, especialmente con los habitantes de estas parroquias rurales, buscando alternativas para poner fin a este ataque y a esta destrucción sistemática de nuestro patrimonio. Me referiré brevemente a las ideas que me han gustado más, abandonando las más utópicas o las de financiación imposible.
Casas rectorales: Dada su titularidad y el coste de las posibles actuaciones, no es fácil encontrar una respuesta única. Sus nuevas funciones deben redundar en beneficio de los vecinos y no entrar en contradicción con los fines para los que en su día fueron construídas. Me ha satisfecho especialmente la solución que se ha dado en algunas parroquias orensanas habilitándolas como residencias de tercera edad, con preferencia para sus feligreses, sirviendo también de alojamiento de los párrocos.
Panteones: Su construcción debe paralizarse, buscando soluciones alternativas, parroquiales, municipales o incluso comarcales. Pongo como ejemplo el caso de una pequeña parroquia, la de san Cristobo de Couso, en Campo Lameiro, en la que a pocos cientos de metros de la iglesia se ha construido una sala de duelos y, junto a ella, se han levantado los nuevos panteones, quedando exenta la iglesia. Esta labor de sustitución, por su propia naturaleza, exigirá un largo plazo de tiempo pero es urgente poner fín al deterioro estético que actualmente se está produciendo de forma muy acelerada.
Líneas eléctricas: Es el problema más sencillo de resolver pues se trata exclusivamente de una cuestión de costos de instalación y realmente no muy elevados. No parece que presente grandes dificultades la canalización subterránea de las conducciones próximas a las parroquias rurales. Convertir en positiva la actual propaganda negativa puede ser una buena inversión para las compañías eléctricas y telefónicas. Al menos, el viajero dejaría de acordarse de las madres de los gestores de estas grandes empresas responsables del feísmo
Financiación: Creo que podrían utilizarse los fondos europeos de desarrollo rural. En el caso de las líneas eléctricas y telefónicas supongo que la financiación podría ser asumida por las compañías que realizan el suministro o por alguna de sus fundaciones sin gran detrimento de sus cuentas de resultados.
Por no alargar en demasía estas notas, he dejado para más adelante hablar de un tema que me apasiona, el de los olivares de Galicia. Espero poder hacerlo en breve.
Joaquín Domínguez.
Sevilla 20 de noviembre de 2006