25 febrero 2010

Loyola, una forma de ser

Tampoco se callaba nunca y además hablaba muy claro. Demasiado para el gusto de algunos de sus jefes políticos. Loyola de Palacio siempre fue una mujer de partido. Nunca quiso desvincularse de la dirección, ni de las vicisitudes del PP, que seguía atentamente desde Bruselas. Durante la larga y espinosa carrera por la sucesión de José María Aznar, EL MUNDO la incluyó en la encuesta del Hipódromo que periódicamente se publicaba en estas páginas. Sinceramente, y no como otros, ella reconocía que le hacía ilusión figurar en esa lista. También a diferencia de muchos de sus compañeros de partido, decía lo que pensaba en voz alta, cosa que no la beneficiaba de cara al aparato del PP.

Por atreverse, se atrevió a lo que nadie. En la primera reunión del Comité Ejecutivo del partido tras la designación de Rajoy como líder, Loyola le dijo. "Sabes que no eras mi candidato, pero a partir de hoy me pongo a tus órdenes". La situación interna del PP tras la derrota del 14-M preocupaba a Loyola en sus últimos meses de vida. Por decirlo claramente, ni ella ni sus muchos amigos comprendían por qué la nueva dirección había prescindido de su experiencia.

Suele pasar en España que cuando alguien se muere, sólo se exaltan sus virtudes. Loyola también tenía defectos. Era terca como la que más. Pero ante todo era amiga de sus amigos y, sobre todo era una buena persona.

Seguramente, allá donde vaya seguirá andando igual de deprisa. Sus amigos la seguirán un poco más despacio.....

Lucía Méndez - El Mundo