Loyola deja un sentido recuerdo en Córdoba
La ex ministra de Agricultura tenía grandes amigos en la ciudad y contribuyó a promocionar el aceite con sus habituales visitas.
15/12/2006 F. EXPOSITO
- Emily Santa Cruz, Ginés Liébana y Loyola de Palacio en 1999.
Foto:FRANCISCO GONZALEZ/PADILLA/CORDOBA
- Loyola de Palacio, durante la visita que hizo a Córdoba, junto a Plata y Fischler.
Foto:FRANCISCO GONZALEZ/PADILLA/CORDOBA
Aquel 1 de abril de 1997 la ministra de Agricultura, Loyola de Palacio, se convirtió en la cicerone del comisario europeo Franz Fischler por los campos de Córdoba y Jaén. Los olivareros estaban en pie de guerra porque temían que la reforma que auspiciaba la Comisión Europea pudiera acabar con la cultura y el desarrollo económico de más de trescientos municipios olivareros. La anécdota quedó en el recuerdo cuando el entonces consejero de Agricultura, Paulino Plata, ofreció una aceituna del árbol de Baena al orondo responsable del campo comunitario y éste, sin dudarlo, encontró el amargor de la oliva. Para no hacerle un feo, la ministra también mordisqueó la aceituna. Entonces ya se comprobó lo difícil que sería cambiar las opiniones de los burócratas comunitarios, pues se partía de un gran desconocimiento de la realidad productiva. Francisco Núñez de Prado, actual presidente de la denominación de origen, fue el anfitrión de, al menos, cuatro visitas a la almazara que tiene la familia en Baena. "Se comió la aceituna para dejar en buen lugar a Fischler", recuerda Núñez de Prado, que también vio cómo su hermano, Andrés, moría por un cáncer cuando parecía que lo había superado. En esa primavera, acompañado del ministro de Agricultura de Grecia, Loyola de Palacio inauguró el libro de honor de la denominación de origen.
Las visitas a Córdoba se hicieron habituales, sobre todo por los grandes amigos que tenía en la ciudad la que fuera también comisaria europea. En este círculo se encontraba el ex coordinador provincial de Asaja, Antonio Medina Perales, que llegó a pedir la dimisión de Loyola cuando era ministra y que después se convirtió en uno de sus más allegados. Un familiar del carismático líder agrario aseguraba ayer a este periódico que ha sentido mucho la muerte de Loyola.
Casi desde niña, el pintor Ginés Liébana se convirtió en uno de sus mejores amigos. "La conocí porque su madre, que pintaba, era mi amiga. Una mañana vinieron dos niñas a mi casa, Ana y Loyola, y me dijeron que su madre tenía mucha admiración por mi pintura y que querían conocerme", recordaba ayer a este periódico el creador de ángeles. Así fue como creció la amistad con Loyola, tras mucha convivencia en los días y las noches de Córdoba, disfrutando de lo artístico y lo pintoresco de la ciudad, del flamenco junto a Juan Peña en la Puerta de Almodóvar o de los patios. Manuel Garrido, presidente de la Asociación de Amigos de los Patios, la recibió en el patio de San Basilio, 50 en abril de 1998. "Venía con dolor de cabeza, pero unas copas de Montilla-Moriles se lo quitaron. Estuvimos desde las 11 de la noche hasta las tres y media de la madrugada y ella llegó a coger la guitarra y cantó para todos", decía Garrido.
Esa noche no pudo acompañarla José Antonio Linares, subdelegado del Gobierno entonces, aunque sí conocía la anécdota porque su mujer estuvo presente. "En su casa siempre había una botella de Montilla-Moriles", decía Linares, que sí la acompañó a Lucena con motivo del cincuenta aniversario de la coronación de la Virgen de Araceli y la celebración el 3 de mayo de 1998 de una solemne misa en la que también se encontraba el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves.