07 agosto 2009

Artículo de Ana Palacio a su hermana Loyola

Ana Palacio escribe una emocionante Tercera en ABC a su hermana Loyola

22.12.06 | 10:42. Archivado en ABC

Juan C. Osta (Periodista Digital).- Loyola de Palacio estaba muy enferma, pero nadie se espera el precipitadísimo desenlace que se produjo el 13 de diciembre. Desde ese día, la familia no ha parado de recibir emotivas muestras de cariño, no sólo de la vida política española y europea. Este viernes, tras la misa funeral celebrada en la Almudena de Madrid, Ana Palacio escribe unas líneas a la memoria de su hermana mayor. "Loyola es ya hoy y para siempre el roble que enraizado en el Imperio de los Muertos alza su copa en el cielo que los colectivos humanos reservan sólo a los mejores."

Ana Palacio, la que fuera ministra de Asuntos Exteriores en el último Gobierno de Aznar ha cedido hoy su pluma y su corazón a la emblemática Tercera de ABC.

"LOYOLA. Loyola, sin más, porque ella sola llenaba un nombre. Un nombre que se ha desbordado en lágrimas; en pesar por su pérdida. En marea de respeto espontáneo. Un auténtico fenómeno social. Un nombre que, con su muerte, han hecho suyo tantos españoles, tantos europeos, como referente de valores."

Ana se deja llevar por el recuerdo.

"Desde la compleja complicidad que entretejió nuestras vidas, estos días me ha venido reiteradamente a la memoria una anécdota que hoy cobra un significado simbólico. (...) Supongo que en parte para amainarme, me pidió que le ayudara dándole la réplica en unos versos que tenía que aprender. (...) Se trataba aquel día, pues, de unos versos de Lafontaine: «Le Chêne et le Roseau» (El roble y el junco), sin duda una joya de entre sus fábulas. -«Tú hazme de junco, que yo soy el roble». Y al contraluz del atardecer, con su falda gris tableada y los brazos en cruz en metáfora de frondosas ramas («Cependant que mon front, au Caucase pareil,/ Non content d´arrêter les rayons du soleil,/ Brave l´effort de la tempête» -Mientras mi frente, semejante al Caucaso,/ No se contenta con detener los rayos del sol,/ Sino que arrostra la furia de la tempestad-), Loyola desgranaba verso tras verso, con los tropiezos lógicos: -«tout me semble... Ana, ¿qué viene después? Pero dime sólo una palabra...» que le hacían apretar los puños y subir el volumen de la voz. Aprovechando las interrupciones, le pregunté insistentemente por qué se había pedido ser el roble, cuando el roble lo acababa arrancando el viento («Du bout de l´horizon accourt avec furie/ Le plus terrible des enfants/ Que le Nord eût portés jusque-là dans ses flancs./ (...) Et fait si bien qu´il déracine/ Celui de qui la tête au Ciel était voisine/ Et dont les pieds touchaient à l´Empire des Morts» -Del fondo del horizonte acude con furia/ El más terrible de los hijos/ Que el viento jamás llevó en su seno/ (...) Y termina desarraigando/ Aquel cuya cabeza al Cielo alcanzaba/ y cuyos pies se hundían próximos al Imperio de los Muertos-."

Y continúa:

"Loyola parecía no escucharme, hasta que, aprendido el fragmento, con amago de reverencia de fin de función ante su invisible público, y en tono no exento de desafío, me espetó un «es que yo, en la vida, quiero ser roble», antes de desaparecer, supongo que rumbo a la cocina pues para entonces ya era hora de cenar."

Loyola quería "ser roble" y parece que lo consiguió. A las pocas horas de perecer la misma Ana dijo que se "había ido el árbol al que todos los hermanos se arrimaban".

"Ha sido roble. Y la tempestad del cáncer nos la ha desarraigado. Y el fenómeno social al que estamos asistiendo, los numerosos actos en homenaje de Loyola organizados desde el común en los más diversos puntos de España y Europa, las miles de personas que espontáneamente acuden a rendirle reconocimiento, responden con la clarividencia inexorable del pueblo, con la profunda sabiduría colectiva, a cada uno de estos símbolos."

Concluye la tercera hablanco con franqueza de cómo su hermana afrontó él cáncer, una enfermedad de la que la propia Ana de Palacio conseguió sobrevivir.

"Loyola se vio inmersa súbitamente en la terrible experiencia que es el cáncer. Y se adentró en ese viaje iniciático con la firmeza que la caracterizaba (desde Houston llegó, rotundo, su «esta batalla también la daré»). (...) Loyola ha pasado así a simbolizar la experiencia del cáncer, tan presente en nuestra sociedad actual, ese viaje al que muchos nos hemos visto abocados y que, vivido como ella, saca lo mejor de nosotros al enfrentarnos a nuestros límites -los conocidos y los que nunca imaginamos-, a nuestros temores y a nuestras creencias, a nuestras certezas y a nuestras dudas. Loyola es hoy el cáncer vivido en plenitud, de frente, sin aceptarlo como estigma. Erguida como el roble."

Un canto de admiración a una persona de unos principios inquebrantables que se sentía española, de derechas y católica. Sin complejos.

"El otro venero profundo que ayer afloró en el multitudinario homenaje de la Almudena tiene que ver con ese «erguida como el roble» que caracterizó su tránsito por la vida, y en particular la vida política. En Loyola tirios y troyanos reconocen hoy la valentía en la defensa de las ideas y los ideales, ese no dejarse llevar por las lentejuelas de los sondeos de opinión que en más de una ocasión la situó en incómodas posiciones minoritarias. Loyola es hoy símbolo de coherencia. (...) Y reconocen su idea clara de España, de la España plural a cuya Euskadi ella se identificaba (en la familia, vascos pero no euscaldunes, Loyola fue la primera en aprender la lengua que tanto la unía con la tierra). Del lugar de España en Europa, del ser europeo de España, desde la rabia infantil de aquel Liceo Francés en donde tantas veces escuchábamos que Europa terminaba en los Pirineos.

Y la opinión pública, el pueblo, en este reconocimiento, dejan aflorar un confuso pero intenso sentido de carencia, pues bajo el aparente hedonismo de nuestra sociedad, existe una sed profunda de certezas, de arraigo, de referentes, de España. Porque oscura pero determinadamente sabemos que este común que somos, que conforma España, es depositario en la historia del sentido de nuestra vivencia personal."

Adiós.

"Así, Loyola, es ya hoy y para siempre el roble que enraizado en el Imperio de los Muertos alza su copa en el cielo que los colectivos humanos reservan sólo a los mejores."