En la Junta Directiva Nacional del PP que en septiembre de 2003 eligió a Rajoy candidato, nadie puso una pega a la propuesta de Aznar. «Representa un proyecto de centro reformista» y «es una persona en la que se puede confiar, es sensato y cabal», fueron las frases con que el entonces presidente del Gobierno defendió su decisión. Había allí muchos partidarios de Rodrigo Rato, algunos de Jaime Mayor Oreja y el equipo «monclovita» de Aznar estaba con Rajoy. Todos se mostraban dispuestos a apoyar a quien dijera el jefe, que tenía fama de acertar casi siempre.
Los descartados resultaron ser los más elegantes. «Es mi amigo, mi candidato», dijo Rato. «Tiene las cualidades de Aznar y la facultad de no ganarse enemigos», sentenció Mayor. Se adornaron Federico Trillo («Sintetiza la cualidades de Rato y Mayor») y también Luis de Grandes: «Es el más idóneo entre los mejores». Sólo Loyola de Palacio se atrevió a insinuar que su preferido era otro -el vicepresidente económico, Rodrigo Rato- para añadir que, de cualquier forma, apoyaba al elegido.
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