29 diciembre 2010

2011 empieza con un homenaje de Europa a Loyola de Palacio


En enero la Unión Europea rendirá homenaje a esta mujer que siendo extraordinaria siempre fue cercana. Los que no la olvidamos creemos que es muy importante agradecer toda iniciativa que sirva para tener presente el ejemplo de Loyola, necesitamos tener su referencia siempre presente en nuestra vida diaria

"La Gran Vía se ríe"

En la contraportada del libro (ilustrado en con fotografías inéditas), destaca la de Loyola del Palacio, que pinta un óleo en el que retrata al autor.

-enlace a leer más-

28 diciembre 2010

Feliz Navidad y feliz año 2011 a todos los amigos

que siguen este blog.

Es un buen momento para volver a recordar a Loyola: (algunas de las frases que han escrito en el facebook "Loyola de Palacio no te olvidamos"

¡¡¡¡La mejor entre todos los ministros de agricultura. Loyola no te olvidamos !!!

Decir Loyola es decir dignidad personal y política. Gracias compañera. Me haces sentir orgulloso de ser español.

Fuiste una persona excepcional y siempre estarás en nuestro recuerdo.
Un fuerte abrazo para tus familiares y amigos.

Desde estas líneas quiero expresar mi más profunda admiración y respeto a la vez que un agradecido recuerdo de quen fue uno de los pilares más importantes y firmes de la derecha española que junto a su jefe de filas D. José Mª Aznar supo cumplir con todo aquello que le encomendo el Presidente de Gobierno, el Sr. Aznar, ...

Fuiste una gran ilusión para España y el mundo Hispano.
El grupo del ex-presidente Aznar y su gobierno fue posiblemente el mas destacado, mejor y mas sincero que ha tenido España en su larga historia, desde Alfonso X El Sabio! - Tu fuiste parte de esa gran ilusion para los Españoles!

Querida Loyola ,sobre todo quiero darte las gracias de haberte conocido.Aunque nunca te olvidare por tu gran lucha.Y tambien por todo lo que aguantaste con el dichoso gobierno socialista nunca te olvidaremos

20 diciembre 2010

La Web de Loyola en la Unión Europea


Less ponemos aquí debajo el enlace, Loyola fue la primera política española que tuvo una página personal en Internet, después vinieron los famosos "blogs" y demás. Este hecho debe ser resaltado pues con él mostró su gran visión de futuro como lo hizo con la Energía, los Transportes y la propia Política.

- pinche aquí para enlazar su Web-

El Parlamento Europeo homenajeará a Loyola de Palacio

sábado, 18 de diciembre de 2010, 12:07

MADRID, 18 (EUROPA PRESS)

La ex ministra de Agricultura y ex vicepresidenta de la Comisión Europea y Comisaria de Relaciones con el Parlamento Europeo, Transportes y Energía, Loyola de Palacio, será homenajeada en el Parlamento Europeo dando su nombre a una sala y descubriendo un busto de ella.

El acto, organizado a instancias del Grupo Popular Europeo, consistirá en una ceremonia en el Parlamento Europeo a la que seguirá la inauguración de la Sala 'Loyola de Palacio' y el descubrimiento de un busto, según han trasladado a Europa Press fuentes cercanas a la familia.

Loyola de Palacio dedicó una importante parte de su actividad política al entorno internacional desde el Parlamento Europeo, al que llegó en 1999 como cabeza de lista del PP dejando su puesto en el Ministerio de Agricultura. Tras su victoria en esas elecciones, fue designada jefa de la Delegación española del PP en el parlamento europeo, hasta que fue nombrada vicepresidenta de la Comisión Europea responsable de las Relaciones con el Parlamento Europeo y Comisaria de Transportes y Energía, cargo que desempeñó hasta 2004.

Tras abandonar el cargo en la Comisión Europea, ocupó la presidencia del Consejo de Política Exterior del Partido Popular, además de ser miembro del grupo de alto nivel de la Unión Europea y presidenta del 'think tank' del Partido Popular Europeo.



18 diciembre 2010

El Parlamento Europeo homenajeará a Loyola de Palacio

El Parlamento Europeo homenajeará a Loyola de Palacio dando su ...
Europa Press
Loyola de Palacio dedicó una importante parte de su actividad política al entorno internacional desde el Parlamento Europeo, al que llegó en 1999 como ...

15 diciembre 2010

Mujeres sin Cuota



La valiente Loyola de Palacio, que ya es una vasca universal, no era una mujer producto de una cuota obligatoria y eso se notaba, a nadie le cabía duda de que cuando estuvo en el Congreso, el parlamento de Estrasburgo o fue ministra y comisaria europea era por méritos propios y no por imposición legal.
del blog de Miguel Barrachina

14 diciembre 2010

This is a Loyola de Palacio Conference supported by the Florence School

lorence, 4th-5th November 2010
Refectory, Badia Fiesolana
Via dei Roccettini, 9
San Domenico di Fiesole (FI)

Inaugural conference of the Loyola de Palacio Chair newly established Climate Policy Research Unit (CPRU).

The conference organizers are: Denny Ellerman (formerly of MIT in the USA - now part-time professor at the EUI and director of the CPRU) and Jean-Michel Glachant (Director of the Florence School of Regulation and holder of the Loyola de Palacio Chair in European Energy Policy).
The objective of the conference is to announce to gather elements of the European climate change policy community - government officials, academics, and industry representatives - for a discussion of the main topics and problems in EU climate policy. As the first such conference convened by EUI, this will also announce the start of the Climate Policy Research Unit at the Robert Schuman Center. Our intent is that this European Climate Policy Conference should become an annual event that the EU climate policy community will reserve on their calendars.

Contacts

13 diciembre 2010

13 de diciembre de 2010


4 años sin Loyola aunque sabemos que está presente todos los días

Artículo de Ana Palacio a su hermana Loyola

LOYOLA. Loyola, sin más, porque ella sola llenaba un nombre. Un nombre que se ha desbordado en lágrimas; en pesar por su pérdida. En marea de respeto espontáneo. Un auténtico fenómeno social. Un nombre que, con su muerte, han hecho suyo tantos españoles, tantos europeos, como referente de valores.

Desde la compleja complicidad que entretejió nuestras vidas, estos días me ha venido reiteradamente a la memoria una anécdota que hoy cobra un significado simbólico.

Mi recuerdo se ancla en una tarde en que, como tantas veces, hacíamos los deberes después del colegio compartiendo mesa, y yo protestaba ante la letanía de un «rosa, rosa, rosam, rosae, rosae, rosa» que Loyola se esforzaba en memorizar, en voz alta y a zancadas por la habitación. Empezaba con el latín, luego tenía diez años.

La estoy viendo, larguirucha todavía entonces, con un halo de fragilidad que en su época adulta pocas veces afloraba, y que volvió a ella en el momento de su muerte. Supongo que en parte para amainarme, me pidió que le ayudara dándole la réplica en unos versos que tenía que aprender. En aquellos tiempos, y en particular en el Liceo Francés en el que ambas nos formamos, el sistema educativo marcaba énfasis en la memorización de textos, sobre todo prosa literaria y poesía, que solía dar lugar a representaciones cortas, entremeses de aficionado sobre la tarima, con el encerado de fondo y nuestros compañeros de clase como público; ejercicios de retórica que tanto nos ayudaron a superar las dificultades que hablar en público conlleva, y que nos han proporcionado un rico bagaje de citas para acompañar la vida (cuántas veces al recodo de alguna intervención o incidente en el Parlamento Europeo, Loyola desde su asiento de vicepresidenta de la Comisión, se giraba en dirección a mi escaño, y en el movimiento de sus labios, entre dos sonrisas, podía yo leer el fragmento de Moli_re, Montaigne, Lope o Unamuno que también a mí me había venido a la memoria).

Se trataba aquel día, pues, de unos versos de Lafontaine: «Le Chêne et le Roseau» (El roble y el junco), sin duda una joya de entre sus fábulas. -«Tú hazme de junco, que yo soy el roble». Y al contraluz del atardecer, con su falda gris tableada y los brazos en cruz en metáfora de frondosas ramas («Cependant que mon front, au Caucase pareil,/ Non content d´arrêter les rayons du soleil,/ Brave l´effort de la tempête» -Mientras mi frente, semejante al Caucaso,/ No se contenta con detener los rayos del sol,/ Sino que arrostra la furia de la tempestad-), Loyola desgranaba verso tras verso, con los tropiezos lógicos: -«tout me semble... Ana, ¿qué viene después? Pero dime sólo una palabra...» que le hacían apretar los puños y subir el volumen de la voz.

Aprovechando las interrupciones, le pregunté insistentemente por qué se había pedido ser el roble, cuando el roble lo acababa arrancando el viento («Du bout de l´horizon accourt avec furie/ Le plus terrible des enfants/ Que le Nord eût portés jusque-là dans ses flancs./ (...) Et fait si bien qu´il déracine/ Celui de qui la tête au Ciel était voisine/ Et dont les pieds touchaient à l´Empire des Morts» -Del fondo del horizonte acude con furia/ El más terrible de los hijos/ Que el viento jamás llevó en su seno/ (...) Y termina desarraigando/ Aquel cuya cabeza al Cielo alcanzaba/ y cuyos pies se hundían próximos al Imperio de los Muertos-.

Loyola parecía no escucharme, hasta que, aprendido el fragmento, con amago de reverencia de fin de función ante su invisible público, y en tono no exento de desafío, me espetó un «es que yo, en la vida, quiero ser roble», antes de desaparecer, supongo que rumbo a la cocina pues para entonces ya era hora de cenar.

Ha sido roble. Y la tempestad del cáncer nos la ha desarraigado. Y el fenómeno social al que estamos asistiendo, los numerosos actos en homenaje de Loyola organizados desde el común en los más diversos puntos de España y Europa, las miles de personas que espontáneamente acuden a rendirle reconocimiento, responden con la clarividencia inexorable del pueblo, con la profunda sabiduría colectiva, a cada uno de estos símbolos.

Loyola se vio inmersa súbitamente en la terrible experiencia que es el cáncer. Y se adentró en ese viaje iniciático con la firmeza que la caracterizaba (desde Houston llegó, rotundo, su «esta batalla también la daré»). Y en su travesía de Ulises, corta pero cuán intensa, soportó soles abrasadores y pociones sin fin en su gesta por vencer a Circe. Y bajó a la morada de Hades. Y durante la singladura, su alegría de vivir (sin lugar a dudas uno de los rasgos destacados de su carácter) suplió el haber recibido del Rey de los Vientos la bolsa que los contiene todos, excepto el que a Ítaca lleva.

Loyola ha pasado así a simbolizar la experiencia del cáncer, tan presente en nuestra sociedad actual, ese viaje al que muchos nos hemos visto abocados y que, vivido como ella, saca lo mejor de nosotros al enfrentarnos a nuestros límites -los conocidos y los que nunca imaginamos-, a nuestros temores y a nuestras creencias, a nuestras certezas y a nuestras dudas. Loyola es hoy el cáncer vivido en plenitud, de frente, sin aceptarlo como estigma. Erguida como el roble.

El otro venero profundo que ayer afloró en el multitudinario homenaje de la Almudena tiene que ver con ese «erguida como el roble» que caracterizó su tránsito por la vida, y en particular la vida política.

En Loyola tirios y troyanos reconocen hoy la valentía en la defensa de las ideas y los ideales, ese no dejarse llevar por las lentejuelas de los sondeos de opinión que en más de una ocasión la situó en incómodas posiciones minoritarias. Loyola es hoy símbolo de coherencia: una trayectoria que no varió en sus fundamentos desde su bautizo político cuando, pocos días después de la muerte de Franco, participó en un programa en la televisión francesa sobre la España del futuro. Y reconocen su idea clara de España, de la España plural a cuya Euskadi ella se identificaba (en la familia, vascos pero no euscaldunes, Loyola fue la primera en aprender la lengua que tanto la unía con la tierra). Del lugar de España en Europa, del ser europeo de España, desde la rabia infantil de aquel Liceo Francés en donde tantas veces escuchábamos que Europa terminaba en los Pirineos.

Y la opinión pública, el pueblo, en este reconocimiento, dejan aflorar un confuso pero intenso sentido de carencia, pues bajo el aparente hedonismo de nuestra sociedad, existe una sed profunda de certezas, de arraigo, de referentes, de España. Porque oscura pero determinadamente sabemos que este común que somos, que conforma España, es depositario en la historia del sentido de nuestra vivencia personal.

Así, Loyola, es ya hoy y para siempre el roble que enraizado en el Imperio de los Muertos alza su copa en el cielo que los colectivos humanos reservan sólo a los mejores.
ANA PALACIO

Leer en Fuente original: ABC

02 diciembre 2010

LOYOLA, LA VALIENTE por Hermann Tertsch

Loyola vino a verme con una inmensa botella de Moët Chandon contraviniendo las normas de la Fundación Jiménez Díaz. Venía encantada, recién llegada quién sabe de dónde como siempre. Era septiembre del 2005 y horas después de que una feliz biopsia constatara que el pedazo de pulmón que me habían quitado sólo albergada alguna siniestra basurilla encapsulada inofensiva, recuerdo de alguna infección propia de la biografía insana de un corresponsal fumador en el Este de Europa. Sus inolvidables dedos domeñaron el alambre, saltó y sonó el corcho y Loyola soltó un brindis teutónico, un "prosit" en voz alta y clara, con esa sonrisa ancha y aquella mirada limpia que siempre han sido para mí esos envidiables y emocionantes signos de vitalidad que Loyola emitía siempre como permanentes gestos de amor a la vida.

La historia se repetía. Treinta años antes había sido la prima Loyola la primera en asomarse también a una cama de hospital en Segovia donde yacía yo con una perforación de estómago de la que salí vivo como siempre con mucha suerte. Allí estaba la jovencita conductora temeraria con mi madre, Felisa, la hermana mayor de la suya, muerta ya, muy joven, también de ese cáncer que acecha en la familia por todas las ramas del árbol.

Allí estaba ella sonriente, vital, optimista, imbatible. La que, desde que éramos muy pequeños en nuestra casa familiar en Deva y en Urrijate, nos sacaba de la cama para insuflarnos vida y actividad, optimismo y curiosidad, para llevarnos a la playa también cuando el monte Arno tendía su capota de nubes sobre las laderas y parecía querer condenar a los niños a no ver el sol. Nos torturaba con la agitación al baño y la inmersión en una playa de Saturrarán, frente a la casa del viejo Areilza, en la que la única de la familia que se atrevía a bañarse con aquellas nubes era ella y todos los que hacían pesca submarina se desviaban discretamente hacia el bar cuando se enteraban de que Loyola saldría de las pozas con más lubinas, pulpos y sargos que nadie.

Loyola era mucha vida y risa. Pero su vocación por sacarnos a los pequeños de la casa para bucear o nadar sólo era una vertiente más de la vocación que tenía por hacernos vivir la vida abierta sin miedos, embustes o refugios gratuitos. Lo hacía en la mar, en el velero y en la pesca y lo hacía en un terreno como el político donde poca gente tan generosa ha desplegado su fantasía, valor, pundonor y energía sin el menor temor sobre las consecuencias de sus actos y palabras por saberse profundamente inmensa en la sinceridad inmediata.

Estaba fascinada con Manuel Fraga Iribarne, un reformador pero ante todo un político con vocación de integración y claridad y proyecto de Estado. Aún estaban lejos unos relativismos culturales y políticos que Loyola detestaba porque los consideraba la antítesis de la tolerancia y una nueva forma de supersticiones políticas y del encanallamiento fácil que sólo desarma a las sociedades frente a los totalitarismos. Loyola detestaba esos determinismos a los que yo entonces me atenía como izquierdista, porque creía en el ser humano y en su esencia y abominaba de los experimentos sociales.

Loyola y yo en los años setenta hablamos mucho de política desde extremos opuestos y yo hoy sé que ella hablaba desde la convicción limpia y yo desde las tablas de las ideas que sujetan al yo y no al contrario. Mis amigos y camaradas por entonces estaban en el Partido Comunista de Euskadi. Mucho nos divertimos y peleamos. Gracias a Dios ganó ella. Al menos entonces. Pero ambos sabíamos, también los demás en la familia, que éramos parte de una España que surgía en pluralidad y que por primera vez consideraba las tragedias de los enemigos de la guerra como dramas propios y que el luto por los muertos de la familia no era otro que el necesario por todos los asesinados en una guerra terrible cuyas cicatrices sólo podían curar con la compasión hacia todos.

Nadie puede imaginar cuánto tuvimos en común Loyola en sus Nuevas Generaciones de antaño y yo, el joven arrogante comunista del EPK, ya lector de Semprún, de Glucksmann, de Solzhenitsin, de Bulgakov y Michnik. Loyola los leyó a todos también. Y ella más que nadie supo desde su amor a la libertad y su rigor hacia la verdad, su devoción para con los hechos, ver cuáles son los mimbres tenues y buenos con los que se teje la convivencia civil en dignidad.

Fue ministra, comisaria europea, política sabía y dura a un tiempo, fiel seguidora de esa convicción si no marxista sí enciclopedista, profundamente ilustrada y liberal de que la mejor política la hacen la aptitud, la competencia, el estudio y la pasión por la gente, por la vida y por la libertad de todos nosotros de crearnos una realidad en la que poder ejercer nuestras ansias de felicidad, nuestro derecho a buscar el amor y la plenitud con la rotundidad que nuestra identidad como seres humanos, como personas dotadas de alma con vocación de trascendencia exige. Disfrutaba a raudales con la vida, con la acción como con el pensamiento que en los últimos años tuvo su quiebro reflexivo.

Esta mujer católica, vasca, española, europea y libre era puro amor a la vida y se convirtió, sin saberlo ni pretenderlo, en ejemplo, como se vio cuando murió.

Mucha mezquindad de quienes temían su honestidad, valentía y brillantez tuvo que retirarse avergonzada. Y el testimonio de reconocimiento demostró lo faltos que estamos de personas de la estatura de ella, de Loyola.

Loyola creía en la política como vocación de servicio. Creía en el ser humano como fuerza inagotable de riqueza, pensamiento y amor. Y creía en la sociedad como estructura en la que la política fomenta la felicidad de estos seres humanos que son en sí mismos el tesoro de la vida inteligente.

Ella celebró varias veces que yo no me muriera y, al final, me hizo ese triste quiebro de irse antes que yo. Pero sé que ella siempre supo que aquello no era el final y a mí me tiene cada día más cerca en esta magnífica fuerza.

Loyola, como todas las otras almas gemelas y amigas que me acompañan en uno u otro momento del paso por esta vida, son mi guía y mi compañía en una singladura que yo no creo ni mucho menos tan breve como nuestras vidas aparentan.

Número 14 de la revista ‘Cuadernos de Pensamiento Político FAES’

Un recuerdo al trabajo de Loyola

En este sentido, hizo hincapié en que “el sector olivarero está pasando por la peor crisis de su historia” y lamentó que “hayamos pasado de contar con una activa y encendida defensa del mismo en el seno de la Comisión Europea, con la añorada Loyola de Palacio - leer más-

01 diciembre 2010