04 octubre 2011

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Loyola de Palacio: «La cumbre de Barcelona debe recuperar el impulso de una Europa de pleno empleo»

La vicepresidenta de la Comisión Europea, Loyola de Palacio, confía en que en la cumbre de Barcelona los Quince regresen a la senda liberal con compromisos concretos para modernizar la economía y superar así el parón del pasado año en el que Francia y Alemania eludieron tareas como la apertura del mercado de la energía.

Actualizado 10/03/2002 - 01:22:35
Loyola de Palacio. ABC
Loyola de Palacio. ABC
BRUSELAS. El Consejo de Barcelona despierta enormes expectativas. La cumbre económica de Estocolmo del pasado año fue un retroceso en comparación con la anterior de Lisboa a la hora de liberalizar la economía.
-¿Se va a recuperar en Barcelona la senda perdida?
-Estocolmo fue una decepción. Y Barcelona no puede traducirse en un fracaso, sino que debe dar un claro impulso a todas las políticas que apuestan por una economía liberalizadora y competitiva, que permita alcanzar las ambiciones planteadas en Lisboa para que Europa sea una zona próspera y basada en el pleno empleo.
-Tal vez en Lisboa hubo mucho voluntarismo, que después es difícil materializar en hechos.
-En Lisboa hubo un importante capítulo declarativo. Y en Barcelona debe haber hechos concretos y compromisos con fechas contantes y sonantes. Hacen falta realidades. Algunas ya están en la mano. Por ejemplo, el acuerdo para la integración de los mercados financieros. Y espero que, para la liberalización del gas y la electricidad, haya también un compromiso con fechas concretas. Confío en que alcancemos un acuerdo sobre la propuesta de redes transeuropeas de la energía, que implique claras mejoras de interconexión. Y en el terreno del Transporte, espero un respaldo a la introducción de la competencia en la red ferroviaria, a la liberalización de los servicios portuarios y un impulso al cielo único.
-¿El posible acuerdo para liberalizar la energía se va a olvidar del consumidor privado?
-El consumidor también tiene que beneficiarse. También debe poder elegir suministrador.
-¿Sobre qué fechas puede haber entonces un acuerdo para la liberalización del gas y la electricidad?
-Yo ya he planteado un calendario muy claro: 2003 para la electricidad y 2004 para el gas en el ámbito de los consumidores industriales, incluidos los pequeños empresarios, la tienda de la esquina o la panadería. Para los particulares, una fecha razonable sería 2005. Pero es verdad que hay países a los que esta fecha les plantea problemas. Vamos a ver qué pasa. En cualquier caso, lo que nos hace falta son fechas concretas, que no supongan un retroceso, como en Estocolmo.
-¿Fechas concretas también para la liberalización destinada al consumidor privado?
-Fechas concretas. Si puede haberlas para todo, mejor. Pero también debo decir que, a veces, lo bueno es enemigo de lo perfecto. Y lo que quiero es un compromiso ya para la liberalización del sector industrial y de negocios, incluidos los intercambios transfronterizos y el acceso a las redes, con tarifas publicadas por adelantado sin que ello signifique abandonar el posterior objetivo de la apertura al 100 por ciento.
-A Europa le cuesta salir del bache económico y, en cambio, EE.UU. está preparándose para arrancar con bastante más fuerza que la UE. ¿Es éste un proceso inevitable?
-Yo creo que, desde hace años, en Europa han faltado cambios estructurales. Para suplir esa carencia se lanzó el proceso de Lisboa. Y ahora espero que en Barcelona haya una fecha, un impulso definitivo a todas esas reformas que, en mi opinión, son imprescindibles para garantizar una economía más dinámica y de pleno empleo.
-Hay quien teme también que el modelo europeo se vea amenazado por esta corriente liberalizadora.
-Vamos a ver, ¿qué es el modelo europeo? El modelo europeo busca el equilibrio y la solidaridad entre regiones y personas, la igualdad de oportunidades y la seguridad. Pero, para garantizar todo eso, no hay más remedio que mantener una economía competitiva, porque, si no hay dinero para financiar esas políticas, no hay modelo europeo. Lo tendríamos sobre el papel, pero nada más. Y para ganar en competitividad, hay que reajustar elementos que no son esenciales. Por ejemplo, lo esencial no es quién ofrece un servicio público, sino que ese servicio tenga la calidad adecuada. Y si, además, conseguimos que cueste menos, mejor.
-Las cumbres europeas vienen ahora acompañadas del nuevo fenómeno de las manifestaciones antimundialistas. ¿Qué le parece este movimiento?
-Yo creo que hay un malestar de fondo. Por desgracia, no estamos siendo capaces de acortar distancias entre países ricos y pobres, sino que al contrario cada vez aumentan más las distancias entre quienes dominan cierto tipo de tecnologías y quienes no. Es un hecho. Ahí están los informes de Naciones Unidas o los de la OCDE. Yo soy firme partidaria de la ayuda al desarrollo a todos los niveles, a través de las transferencias tecnológicas oportunas y de compartir conocimientos. Pero cosa muy distinta es decir que la mundialización es la culpable. La mundialización, que implica que todos estamos más cerca unos de otros y que cualquier decisión que toma un país afecta al conjunto del planeta, es un hecho que está ahí y que no es ni bueno ni malo. Hay que encauzarla para buscar sus aspectos más positivos.
-En Barcelona se va a hablar también de una reforma del Consejo de la Unión por la que algunos países han pedido que sean los Gobiernos o los jefes de Gobierno los que tengan el poder de iniciativa.
-Me parece desafortunado. Sería un error que en políticas comunitarias se sustraiga a la Comisión Europea el derecho de iniciativa, que es un elemento clave para garantizar el interés general de la Unión y la protección de las minorías. Quitar el derecho de iniciativa a la Comisión es acabar con el método comunitario, que ha dado muy buenos resultados hasta hoy.