Loyola De Palacio
Amaba el mar casi tanto como la política. Su pasión por el submarinismo era por todos conocida al igual que su dedicación casi exclusiva al mundo de la diplomacia. Por avatares del destino, fue este verano practicando su afición preferida, cuando una tos de origen desconocido y fuertes dolores en la espalda dieron la voz de alarma.Era una mujer deportista, amante del desayuno con pan y aceite de oliva y la vida sana, pero Loyola de Palacio no pudo vencer el cáncer que le fue diagnosticado inmediatamente y, a toda velocidad, la enfermedad terminó con su vida en un hospital público de Madrid. Nunca permitió que nadie sintiera compasión por ella