22 febrero 2011
Ana Palacio, hermana de Loyola
Entrevista: Ana Palacio (22 de febrero de 2011)
COPE -
Una buena noticia
La esperanza de Aguirre
Esperanza Aguirre
08 febrero 2011
Entrevista personal a Loyola (archivo)
Loyola de Palacio
Vicepresidente de la Comisión Europea
Nacida en Madrid hace 53 años bajo el signo de virgo, recibimos en esta sección a una conferenciante de lujo para un día de lujo como es el de Santiago, hoy domingo 25 de julio.
Abogada “de secano” como ella misma se describe, pero sobre todo política, Loyola de Palacio vino, vio y venció con sus palabras que mantuvieron la atención y el interés de los expedicionarios. Prueba de ello fueron la lista de preguntas que éstos le hicieron al finalizar su intervención. Veamos cómo responde a estas otras...
Rasgo principal de mi carácter: la franqueza.
Una cualidad: la tenacidad.
Un defecto: la impaciencia.
Lo que más aprecio de una persona es... la coherencia.
Lo que más detesto de una persona es... la falsedad.
Un héroe: el Cardenal Cisneros.
Un acontecimiento histórico: el descubrimiento y colonización – que no conquista – de América.
Un libro: “El Quijote” de Cervantes.
Una película: muchas, me niego a responder.
Una canción: no insista...
Un cuadro: ... esta clase de preguntas son incontestables.
Una ciudad para vivir: una española.
Una ciudad para volver: Venecia.
Un vicio inconfesable: comer y beber.
Una pasión: la vida.
Una manía: el orden.
Un olor: las flores.
Comida y bebida preferidas: un buen vino tinto y cualquier guiso, ambos españoles, desde luego.
Me da miedo... si algo me da miedo, trago saliva y tiro para adelante.
Reforma más necesaria: la educación y formación de los jóvenes.
Estado actual del espíritu: tranquilo.
Una razón para vivir: la vida misma.
Un sueño que se repita: todos mis sueños los vivo.
Un deseo: un mundo más responsable y más justo.
01 febrero 2011
Loyola recordada en Jaén (una forma de ser brillante)
Autor: José Manuel Fernández [Periodista]
Loyola de Palacio hizo un par de visitas a la provincia de Jaén, en su época de ministra de Agricultura, a finales de los noventa. Visitas fugaces, como es costumbre en los miembros del Gobierno, pero intensas.
Parece como si se quisieran resolver en unas pocas horas cuestiones pendientes de muchos años, con solo la buena intención. Desde luego, mejor eso que lo de otros políticos que tienden a prodigarse en exceso, solo para apacentar el rebaño propio y vender una y otra vez, proyectos de la comunidad eternamente inacabados.
Loyola de Palacio mostró aquí en todo momento un rostro amable y una cercanía personal que la mayoría de sus acompañantes ni se molestaban en aparentar, a causa de lo intempestivo del día. La primera vez que vino a Jaén, quiso conocer personalmente una explotación olivarera, la forma en que se recoge la aceituna y el posterior proceso de molturación para fabricar el aceite. Se le organizó un programa para la jornada que evidenciaba la dureza de las faenas agrícolas, en un cortijo de las inmediaciones de Torredonjimeno, y hasta allí nos desplazamos una amplia comitiva para acompañarla.
Después, de vuelta de la finca, en la Venta Valeriano saludó a todo el mundo, apretando la mano con firmeza uno por uno a los presentes, ciertamente sorprendidos por la llaneza de la ministra y sus conocimientos sobre el sector. Algunas de sus propuestas sobre apertura de mercados y mejora de la calidad sonaban aún a iniciativas poco menos que inalcanzables.
Como colofón, en el mismo local se le había preparado un café y pastas, pensando que eso sería lo más aconsejable para recuperar fuerzas, en una mujer diligente pero recatada como ella. Loyola de Palacio desechó el café, amablemente, porque prefería manzanilla. Ante el nuevo ofrecimiento de uno de sus ayudantes con otra taza humeante, insistió en que lo que quería era manzanilla, pero de la fría.
--Yo lo que quiero es manzanilla de la otra, la que se sirve en copa, a ver si entro en calor. Y si es posible, una tapita de jamón.
Inmediatamente, repuestos de la perplejidad, todos los presentes hicieron desaparecer como por ensalmo las tazas de café y platos de pastas, para hacerse con unos catavinos e imitar a la ministra, alabando su ocurrencia de tomar unos finos, aunque fueran las cinco de la tarde. Por lo visto, Loyola de Palacio había preparado su visita a Jaén más concienzudamente de lo que pensaban las autoridades locales, porque allí también se habló del vino andaluz como referente paralelo al mercado del olivar. A ninguno se le ocurrió mostrarle las bondades del aceite de oliva de la comarca, y tuvo que ser ella también quien lo reclamara para acompañar un pedazo de pan.
Ahora, a Loyola de Palacio le acaban de rendir un homenaje en la sede del Parlamento Europeo, en Bruselas. Unas dependencias del organismo comunitario llevarán su nombre. Según los que conocen el tema, fue la ministra de Agricultura española que más contribuyó a la mejora del sector olivarero. En Jaén en cambio, jamás nadie la ha vuelto a recordar, ni siquiera aquellos que más se han beneficiado de su gestión.