Autor: Manuel Fraga
Loyola de Palacio era una mujer vasca que, a lo largo de su vida fue una excepcional servidora de España. Conociéndola bien, aún me ha sorprendido que sea una de esas escasas figuras que recogen elogios generalizados, incluso de personas u órganos de opinión que no coinciden con sus ideas o su posicionamiento político.
Tuve la honra de acompañarla a lo largo de su brillante carrera. Sin ningún sistema de cuotas –que no discuto– alcanzó los puestos importantes de una gran carrera política. Fue la primera Presidenta de las Nuevas Generaciones del Partido Popular; fue una gran Ministra de Agricultura y Pesca y logró la Vicepresidencia de la Comisión Europea. Tuvo gran y reconocido éxito en todos sus cargos; trabajadora día y noche, contagiaba su fuerza y arrastraba al entusiasmo a todos sus colaboradores; mantenía en todo momento, y sabía transmitirlo, el mismo entusiasmo y convicción de propios y extraños.
Estaba ahora preocupada por uno de los grandes problemas del mundo de hoy, el problema de la energía, cada vez en mayor demanda, a precios más elevados, cuando se van agotando o escaseando sus fuentes tradicionales: los combustibles fósiles, las fuerzas hidráulicas (dentro del cambio climático) y todos los conocidos. Se interesaba –en lo que he coincidido– por las posibilidades de la energía nuclear, cada vez más capaz de superar las dudas de algunos.
A esa persona entrañable, capaz de lograr amigos incluso entre los que no coincidían plenamente con sus planteamientos, y a su buena fe nadie puede ponerlas en duda. Deja una herencia importante. Deja amigos y admiradores por todas partes que daremos testimonio de su ejemplaridad. Una mujer vasca, una gran española, persona ejemplar en la Unión Europea (a medio hacer), una mujer con un gran futuro si la Divina Providencia no hubiera dispuesto que ya se había reunificado bastante, y merecía el descanso eterno. Descanse en paz, que su ejemplo nos arrastre a todos, en estos momentos de confusión.
Tuve la honra de acompañarla a lo largo de su brillante carrera. Sin ningún sistema de cuotas –que no discuto– alcanzó los puestos importantes de una gran carrera política. Fue la primera Presidenta de las Nuevas Generaciones del Partido Popular; fue una gran Ministra de Agricultura y Pesca y logró la Vicepresidencia de la Comisión Europea. Tuvo gran y reconocido éxito en todos sus cargos; trabajadora día y noche, contagiaba su fuerza y arrastraba al entusiasmo a todos sus colaboradores; mantenía en todo momento, y sabía transmitirlo, el mismo entusiasmo y convicción de propios y extraños.
Estaba ahora preocupada por uno de los grandes problemas del mundo de hoy, el problema de la energía, cada vez en mayor demanda, a precios más elevados, cuando se van agotando o escaseando sus fuentes tradicionales: los combustibles fósiles, las fuerzas hidráulicas (dentro del cambio climático) y todos los conocidos. Se interesaba –en lo que he coincidido– por las posibilidades de la energía nuclear, cada vez más capaz de superar las dudas de algunos.
A esa persona entrañable, capaz de lograr amigos incluso entre los que no coincidían plenamente con sus planteamientos, y a su buena fe nadie puede ponerlas en duda. Deja una herencia importante. Deja amigos y admiradores por todas partes que daremos testimonio de su ejemplaridad. Una mujer vasca, una gran española, persona ejemplar en la Unión Europea (a medio hacer), una mujer con un gran futuro si la Divina Providencia no hubiera dispuesto que ya se había reunificado bastante, y merecía el descanso eterno. Descanse en paz, que su ejemplo nos arrastre a todos, en estos momentos de confusión.
Manuel Fraga, presidente fundador del Partido Popular
Artículo publicado en el diario La Razón el 15 de diciembre de 2006