27 mayo 2025

Si Loyola levantara la cabeza - artículo de Ramón Pérez Maura

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Como probablemente no puede ser de otra manera, la inmensa mayoría de nuestros jóvenes no tiene ni idea de quién es Loyola de Palacio del Valle de Lersundi a pesar de haber vivido una vida notable en el servicio a la ciudadanía. Es decir: en el servicio a los demás.

Loyola ejerció muchos cargos notables después de que Alfonso Guerra intentara menospreciarla llamándole «la monja alférez» en los años en que representó al PP por Segovia, primero como senadora entre 1986 y 1989 y después como diputada entre 1989 y 1999. No me cabe duda de que Guerra le llamó así como descalificativo, pero, sin quererlo, la engrandeció.

Antes de eso, en 1977, con la llegada de la democracia, fue la fundadora en 1978 de Nuevas Generaciones de Alianza Popular, organización que sigue existiendo dentro del Partido Popular. Creo que es el caso más notable de un líder de las juventudes de un partido político que ha hecho una carrera de verdadera relevancia para el común.

Loyola fue nombrada ministra de Agricultura, Pesca y Alimentación en el primer Gobierno Aznar, en mayo de 1996. Ahí hizo una espectacular labor que intentó ser borrada por el entonces impoluto juez Baltasar Garzón que instruyó un proceso contra ella por falsedad documental para repartirse las subvenciones europeas para el cultivo del lino. La Audiencia Nacional absolvió a todos los acusados y el Tribunal Supremo ratificó la sentencia en abril de 2007 cuando Palacio ya había muerto. Ella fue vicepresidente de la Comisión Europea entre 1999 y 2004, así como la comisaria de Relaciones con el Parlamento Europeo, Transportes y Energía. A su funeral en la catedral de Madrid, oficiado por el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Rouco Varela, asistió el que había sido su presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi. El Gobierno Zapatero no envió ningún representante.

Es por esa Comisaría de Transportes por la que traigo hoy a la palestra a Loyola de Palacio. Aunque no puedo dejar de recordar que cuando hace unos meses se nombró vicepresidente de la Comisión a Teresa Ribera, la que ignoró la dana en la que tenía serias responsabilidades, el Gobierno de Sánchez vendió el producto diciendo que era la primera vez que España vicepresidía la Comisión. Y, como era previsible, el Equipo Nacional de Opinión Sincronizada se puso a repetir ese mensaje sin cotejar un solo dato.

Uno de los grandes servicios que prestó Loyola al común de los europeos fue, en el área de Transporte, regular el servicio de las líneas aéreas y lograr establecer una compensación por los retrasos. Si yo le digo a usted que le recojo en Madrid a las 12,00 y le dejo en París a las 14,15 —o la hora que sea— y después llega a su destino con cuatro horas de retraso, hay que dar una compensación. Lo que no puede ser es que uno compre un servicio que después no tiene nada que ver con lo que se contrata. Loyola dio una batalla que fue un inmenso servicio a los consumidores. Y se fijó compensaciones por todas las demoras a partir de un retraso determinado. Como usuario habitual del transporte aéreo, la iniciativa me parece de enorme valor.

Pero resulta que lo establecido puede cambiar ahora con la subida del umbral para compensar a los vuelos cortos de 3 a 5 horas y los largos de 9 a 12 horas. Para entendernos, que si cualquiera de nosotros tiene un vuelo de Santiago de Chile a Madrid que debía llegar a la capital de España a las 9,00 de la mañana y finalmente aterriza a las 8,00 de la tarde, perdiendo una jornada completa de trabajo, no tendría ningún derecho a compensación. Verdaderamente me reconocerán que mi dicho de que «no paramos de mejorar» se hace más cierto que nunca con ejemplos como éste. Ya comprendo que para algunos es mejor borrar de la memoria a Loyola de Palacio. Y al usuario, que le den.



Uno de los grandes servicios que prestó Loyola de Palacio al común de los europeos fue, en el área de transporte, regular el servicio de las líneas aéreas y lograr establecer una compensación por los retrasos